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CUADERNOS INTERNACIONALES CUADERNOS INTERNACIONALES De todas maneras, si el imperativo económico ya no puede ser negado. 1) sus consecuencias no son las que Marx había imaginado. Económicamente el capitalismo es opresor por el fenómeno de la acumulación. Oprime por lo que es, acumula para aumentar lo que es, explota todavía más y, en la misma medida, acumula todavía. Marx no concebía otro fin para este círculo infernal que la revolución. Con ella, la acumulación sólo sería necesaria en escasa medida para garantizar las obras sociales. Pero la revolución se industrializa a su vez y se da cuenta entonces que la acumulación es un producto de la técnica en sí, no del capitalismo, y que la máquina, en fin, engendra nuevas máquinas. Cualquier colectividad en estado de lucha tiene necesidad de acumular en vez de repartir el sobrante de su producción. Acumula para agrandarse y aumentar su poderío. Burguesa o socialista, aplaza la justicia para más tarde, en provecho del poderío. Pero el poder se opone a otros poderes. Entonces se equipa, se arma porque los otros también se arman y se equipan. No cesa de acumular y ya no cesará nunca más de acumular a partir de ese momento, salvo en el ca.
so de que llegue a reinar, sola, sobre la tierra. Para esto debe pasar por la guerra. Hasta ese día, el proletario recibe apenas lo ne.
cesario para su subsistencia. La revolución se ve obligada a construir, con grandes pérdidas de hombres, el intermediario industrial y el capitalista que su propio sistema exige. La renta es substituída por el sudor del hombre. La esclavitud se generaliza entonces y las puertas del cielo siguen cerradas. Tal es la ley económica de un mundo que vive del culto a la producción, y la realidad es todavía más sangrienta que la ley. La revolución, en el callejón sin salida al que la han conducido sus enemigos burgueses y sus partidarios nihilistas, es la esclavitud. menos de cambiar de principios y de vía, no tendrá otra salida que las in.
surrecciones serviles, ahogadas en sangre, o la repugnante esperanza del suicidio atómico. La voluntad de poderío, la lucha nihilista por la dominación y el poder, han hecho más que barrer la utopía marxista. Esta se ha convertido, a su vez, en un hecho histórico destinado a ser utilizado como los otros. Ella, que quería dominar la historia, se ha perdido; quería dominar todos los medios y ha sido convertida en un medio más, maniobrado cini camente por el más banal y sangriento de los fines. El desarrollo ininterrumpido de la producción no ha arruinado al régimen ccpitalista en beneficio de la revolución. Ha arruinado igualmente la sociedad burguesa y la sociedad revolucionaria en provecho del idolo repulsivo del poderío. 1) pesar de que fué. hasta el siglo XVIII. durante todo el tiempo en el que Marx creyó descubrirlo. Ejemplos históricas en los que el conflicto de formas de civilización no condujo a un progreso en el orden de la producción: destrucción de la sociedad micena, invasión de Roma por los Bárbaros, expulsión de los moros de España, exterminación de los albigenses. etc.
184 DI ¿Cómo un socialismo que se pretendía científico ha podido tropezar de tal modo con los hechos? La respuesta es simple; porque no era científico. Su fracaso, por el contrario, se debe a un método demasiado ambiguo, al mismo tiempo determinista y profético, dialéctico y dogmático. Si el espíritu es sólo el reflejo de las cosas, sólo puede avanzarlas en hipótesis. Si la teoría está determinada por la economía, puede describir el pasado de la producción, pero no su futuro, que sigue siendo únicamente probable. La tarea del materialismo histórico sólo puede consistir en establecer la crítica de la sociedad presente; si no quiere negar el espíritu científico sólo puede hacer, sobre la sociedad futura, meras suposiciones.
Después de todo, es sólo por eso que su libro fundamental se titula El Capital y no La Revolución. Marx y los marxistas se aventuraron a profetizar el porvenir y el comunismo en detrimento de sus postulados y del método científico.
Su predicción sólo podía ser científica dejando de profetizar en lo absoluto. El marxismo no es científico. Cuando más puede llamarse cientiste. Pone al descubierto el divorcio profundo establecido entre la razón científica, instrumento fecundo de investigación, de pensamiento y hasta de rebelión, y la razón histórica, inventada por la ideología alemana en su negación de todo principio. La razón histórica no es una razón que, según su función propia, enjuicia al mundo. Lo dirige al mismo tiempo que pretende juzgarlo. Sepultada en el acontecimiento, lo dirige. Es, al mismo tiempo, pedagógica y conquistadora. Estas misteriosas descripciones ocultan, desde luego, la más simple realidad. Si se reduce el hombre a la historia, éste sólo puede elegir naufragar en el tumulto y el furor de una historia demencial o dar a la misma his.
toria la forma de la razón humana. La historia del nihilismo con.
temporáneo sólo es, pues, un amplio esfuerzo para dar, según las fuerzas del hombre, o por la fuerza a secas, un sentido del orden a una historia que carece de él. Esta pseudo razón termina identi.
ficándose con la astucia y la estrategia, esperando culminar en el Imperio ideológico. Qué tiene aquí que ver la ciencia? La razón no es conquistadora. No se hace la historia con escrúpulos cien.
tíficos; incluso es imposible hacerla cuando se pretende proceder con la objetividad de los científicos. La razón es algo que no predica, y cuando predica deja de ser razón. Por eso la razón histórica es una razón irracional y romántica, que recuerda a veces la sistematización del obsesionado y otras la afirmación mística del verbo.
El único aspecto verdaderamente científico del marxismo se encuentra en su rechazo previo de los mitos y en la exposición cruda de los intereses. Pero en ese sentido Marx no es más científico que La Rochefocauld; sin embargo, es esa actitud la que abandona apenas se interna en la profecía. No hay que extrañarse, entonces, que para hacer cientifico al marxismo, y mantener tal ficción, muy útil en el siglo de la ciencia, haya tenido que convertirse en marxista a la ciencia recurriendo incluso al terror. El progreso de la ciencia ha consistido, después de Marx, en reemplazar el de185