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CUADERNOS INTERNACIONALES CUADERNOS INTERNACIONALES de clases. Pero la nación no puede explicarse enteramente por la economía y, por lo tanto, el sistema la ha ignorado.
El proletariado, a su vez, no se ha situado en la línea. El temor de Marx se ha cumplido: el reformismo y la acción sindical han obtenido un alza del nivel de vida y un mejoramiento de las condicionesde trabajo. Estas ventajas están lejos de constituir una solución equitable del problema social. Pero la miserable condición de los obreros textiles ingleses, en la época de Marx, lejos de generalizarse y agravarse, como él pretendía, se ha rebbsorbido.
Marx no se quejaría hoy de tal defecto pues el equilibrio ha sido restablecido precisamente por otro error en sus previsiones. Se ha podido comprobar, en efecto, que la acción revolucionaria o sindical más eficaz ha sido siempre conducida por élites obreras no esterilizadas por el hambre. La miseria y la degeneración han seguido siendo lo que eran en tiempos de Marx, aunque él lo negaba contra toda observación: factores de servidumbre y no de revolución. Un tercio de la Alemania trabajadora estaba en paro forzoso en 1933. La sociedad burguesa se veía entonces obligada a hacer vivir a sus obreros en paro, realizando así la condición exigida por Marx para la revolución. Pero no es aconsejable que los futuros revolucionarios sean puestos en el trance de esperar su alimento del Estado. Esta costumbre forzosa trae otras consecuen.
cias, con las que Hitler compuso su doctrina.
Tampoco la clase obrera se extendió indefinidamente. Las condiciones mismas de la producción industrial, que todo marxista debía estimular, han aumentado de manera considerable la clase media (1) y han hecho aparecer una nueva capa social: la de los técnicos. El ideal, tan caro a Lenin, de una sociedad en la que el ingeniero sería al mismo tiempo peón, tropezó con los hechos. El hecho capital es que la técnica, como la ciencia, se ha complicado de tal manera que es imposible que un solo hombre abarque la totalidad de sus principios y de sus aplicaciones.
Es casi imposible, por ejemplo, que un físico de hoy tenga un pa.
norama casi completo de la ciencia biológica de su tiempo. En el interior mismo de la ciencia física no puede siquiera aspirar a dom de manera completa todos los sectores de esta disciplina. Igual ocurre con el técnico. partir del momento en que la producción, considerada como un beneficio en sí misma por los burgueses y por los marxistas, se ha desarrollado en proporciones desmesuradas, la división del trabajo, que Marx creía evitable, se ha convertido en condición ineluctable. Cada obrero ha sido obligado a efectuar un trabajo particular sin conocer el plan general de la obra. Aquellos que coordinan los trabajos de cada uno han constituído, por su función misma, una capa cuya importancia social es decisiva.
Esta era de los tecnócratas, anunciada por Burhnam, es de elemental justicia recordar que hace ya 17 años que Simone Weil la ha descrito (1) en una forma que puede ser considerada intachable, sin extraer las consecuencias inaceptables de Burnham. las dos formas tradicionales de la opresión que ha conocido la humanidad, por las armas y por el dinero, Simone Weil añade una tercera: la opresión por la función. Se puede suprimir la oposición entre el que vende y el que compra el trabajo, escribía, sin suprimir la oposición entre los que disponen de la máquina y aquellos de los que la máquina dispone. La voluntad marxista de suprimir la degradante oposición del trabajo intelectual al trabajo manual ha tropezado contra las necesidades de la producción que Marx exaltaba. Marx previó, en El Capital, la importancia del director en el máximo nivel de concentración del capital. Pero no creyó que tal concentración pudiera sobrevivir a la abolición de la propiedad privada. División del trabajo y propiedad privada, decía él, son expresiones idénticas. La historia ha demostrado lo contrario. El régimen ideal basado sobre la propiedad colectiva quería definirse por la justicia más la electricidad. Finalmente resulta sólo la electricidad sin la justicia.
La idea de una misión del proletariado no ha podido encarnar hasta ahora en la historia. Este hecho resume el fracaso de la predicción marxista. La derrota de la segunda internacional ha probado que el proletariado está determinado por otra razón además de su condición económica y que tenia una patria a pesar de la fórmula famosa. En su mayoría el proletariado ha aceptado o sufrido la guerra, y ha colaborado, queriéndolo o no, en los furores necionalistas de este tiempo. Marx entendía que las clases obreras, antes de triunfar, habrían adquirido la capacidad jurídica y política. Su error consistía en creer que la extrema miseria, y particularmente la miseria industrial, puede conducir a la madurez política. Es cierto, sin embargo, que la capacidad revolucionaria de las masas obreras ha sido frenada por la decapitación de la revolución libertaria, durante y después de la Commune.
Después, el marxismo ha dominado fácilmente el movimiento obrero a partir de 1872, por su importancia propia, posiblemente, pero también porque la única tradición socialista que podía hacerle frente ha sido ahogada en sangre; prácticamente no habían marxistas entre los sublevados de 1871. Esta depuración automá.
tica de la revolución ha proseguido, al cuidado de los Estados policíacos, hasta nuestros días. Cada vez más, la revolución se ha visto entregada a sus burócratas y a sus doctrinarios de una parte y a las masas debilitadas y desorientadas por otra. Cuando se guillotina a la élite revolucionaria y se deja vivir a Tayllerand (1) De 1920 a 1930, en un período de intensa productividad, los EE. UU. han visto disminuir el número de sus obreros metalúrgicos, mientras el número de vendedores, en la misma industria, se duplicaba. 1) Vamos hacia una revolución proletaria. en Revolution Proletarienne del 25 de abril de 1933.
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