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CUADERNOS INTERNACIONALES CUADERNOS INTERNACIONALES dablemente la cosa más autoritaria. Es el acto mediante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra con fusiles, bayonetas y cañones, que son medios autoritarios si alguna vez hubo alguno. la parte victoriosa, si no quiere que su lucha sea inútil, ha de mantener su dominio por medio del terror que sus armas inspiren a los reaccionarios. Recordemos ahora la de Lenin:. durante la transición del capitalismo al comunismo, todavía es necesaria la opresión; pero es la opresión de la minoría explotadora por la mayoría explotada. Todavía es necesario un aparato especial, una máquina especial de represión, el Estado. pero éste es un Estado transitorio; ya no es un Estado en el verdadero sentido de la palabra Los explotadores, naturalmente, eran incapaces de oprimir al pueblo sin una máquina muy compleja para realizar la faena; pero el pueblo puede reprimir a los explotadores con una máquina muy sencilla, casi sin máquina, sin aparato especial, mediante la simple organización de las masas armadas.
Bueno; vengamos ahora a la respuesta de Stalin, que es la más despampanante. La dió en la citada polémica, de 906, pero ha vuelto a publicarla en el folleto ¿Anarquismo, o socialismo. lanzado desde Moscú, en francés, inglés y no sé qué más idiomas, a fines de 950. Dice así el camarada mariscal: Evidentemente, hay dos clases de dictadura. Hay la dictadura de la minoría, la dictadura de un pequeño grupo, la dictadura de los Trepovs y los Ignatyevs, que es dirigida contra el pueblo. Tal clase de dictadura suele ser encabezada por una camarilla que adopta decisiones secretas y aprieta el lazo en torno al cuello de la mayoría del pueblo.
Los marxistas son enemigos de tal dictadura, y luchan contra ella mucho más tenaz y abnegadamente que nuestros vocingleros anarquistas. Pero hay otra clase de dictadura, la dictadura de la mayoría proletaria, la dictadura de las masas, que es dirigida contra la burguesía, contra la minoría. la cabeza de esta dictadura está las masas; aqui no cabe una camarilla ni decisiones secretas; aquí todo se hace al descubierto, en las calles, en los mítines; porque es la dictadura de la calle, de las masas, una dictadura dirigida contra todos los opresores. Los marxistas sostienen esta dictadura con ambas manos: y eso porque tal dictadura es el magnífico comienzo de la gran revolución social. Es o no es despampanante la respuesta?
Cabe, desde luego, suponer que la difusión de tan lindo texto por los países capitalistas haya sido tramada allá en Moscú con el intento de que aquí, donde podemos, nos riamos de Stalin y su régimen, porque quien lo sufre no puede hacerlo. También cabe suponer que el mismo Stalin habrá cambiado un tantico de opinión, pues la dictadura que en Rusia vemos difiere un poco de la pintada por él en sus tiempos de aprendiz. Mas lo que importa es advertir que la monstruosa dictadura bolchevique, crimen de lesa humanidad difícilmente superable, sobre ser en gran parte lo contrario de lo anunciado por los marxistas de todo tiempo y lugar, es precisamente la consecuencia efectiva, histórica, del empeño de implantar la dictadura proletaria. Robespierre fué el engendro de la Revolución, y en él cupo despreciarla. El Estado bolchevique es el engendro de la revolución. del intento de implantar la democracia y el comunismo, la igualdad política y la económica, la sociedad sin autoridad ni clases, la anarquía, a tiro limpio. Cómo, que no? Todos los marxistas revolucionarios han proclamado, en primer lugar, que su fin era la anarquía, y que sólo en cuanto al modo o a los medios de alcanzarlo disentían de todos los anarquistas. Por otra parte, las citadas palabras de Engels, de Lenin, de Stalin, admiten dos interpretaciones: pudieron ser meros camelos, cantos de sirena, martingalas destinadas a encubrir intentos dictatoriales; pero igualmente pudieron ser lo que parecen a simple vista. esta posibilidad las hace mucho más graves. Lo veremos al instante. Para Stalin, la revolución ha de ser hecha por la dictadura de la calle, de las masas. que todo lo hace al descubierto. en la que no caben camarillas ni decisiones secretas.
Según Lenin, la revolución la hace el pueblo. y con una máquina muy sencilla, casi sin máquina, sin aparato especial, mediante la simple organización de las masas armadas. Según Engels. la revolución es el acto mediante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra con fusiles, bayonetas y cañones. No aparece el Estado en ningún texto; se adivina encubierto en el de Lenin, pero el autor se apresura a asegurarnos que no hay Coco que temer, pues no se trata de un Estado en el verdadero sentido de la palabra. En su texto, en el de Stalin, en el de Engels, sólo aparecen las masės, nada de jueces y esbirros, de carceleros y polizontes, de mariscales ni de furrieles. De los textos se deduce que, al menos en teoría, la dictadura de que se espera revolución social no es régimen político de un Estado terrorista, sino tan sólo el predominio del proletariado en armas, que se subleva contra el Estado burgués, lo destruye, se impone a la burguesía y la extermina como clase. Ya dirán mis compañeros anarquistas si el plan revolucionario que hemos tenido hasta ahora el que heredamos de Bakunin discrepó de eso en la práctica. Pues lo que a mí me parece es que nosotros hemos vivido empeñados en trasladar a la práctica, con la mejor intención, la teoría que los marxistas dieron de cebo a los panolis.
Hora es de advertir que el error básico de Marx y de sus discipulos ha sido el error, también, de Bakunin y los suyos. Tal error no consistió en propugnar un Estado proletario hecho y derecho, sino en querer imponer el predominio violento, atropellador en grado superlativo, de una clase sobre todas las demás por la fuerza de las armas. Todos, marxistas y anarquistas cada cual a su modo y en su grado, pero esencialmente igual nos hemos dejado arrastrar por el curso de la historia, por las turbulentas aguas procedentes de la Revolución Francesa, que de tumbo en tumbo han ido formando, durante más de siglo y medio, el concepto atavico, rutinario, de la revolución. hasta hacer de él un amasijo de aberraciones morales, de brujerias políticas, de absurdos intelectuales y anacronismos históricos. Si Francia, como Inglaterra, tuvo que darle una lección a su. 134. 135