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CUADERNOS CUADERNOS INTERNACIONALES INTERNACIONALES ser considerada como un todo, predomina un conjunto de factores que es capan al nstinto y se dirigen directamente a la intuición, Por lo tato. Read se separa del análisis, demasiado intelectualizado en todos los casos: La comprensión de la obra de arte no se debe a una percepción consciente, sino a una aprensión intuitiva. añade: Una obra de arte siempre nos sorprende. Ha producido su efecto en nosotros antes de que tengamos consciencia de su presencia.
Hace un rápido pero agudo estudio del arte de las diversas civilizaciones, y constata que el arte es un lenguaje internacional que se dirige a los sentidos. Es al mismo tiempo e independientemente, parte integrante de la historia de una civilización.
Preocupa a Read la necesidad de encontrar una definición general del arte. La encuentra, a su concepto, en cierta modificación que efectúa a la que diera Tolstoy: Evocar en nosotros mismos un sentimiento que se ha experimentado, y habiéndolo evocado en nosotros mismos, transmitir este sentimiento por medio del movimiento, lineas, colores, sonidos o formas expresadas con palabras, de manera que otros lo experimenten. La modificación consiste en afirmar que la misión del arte no es tanto transmitir ese sentimiento sino expresarlo: La verdadera función del arte es expresar sentimiento y transmitir comprensión. He aquí, según Herbert Read, la significación del arte.
Este libro, que se ocupa sobre todo de pintura, y en el que se dan definiciones de línea, color, movimiento, composición, etc, se convierte en un verdadero manual, necesario a todo aquel que sienta preocupación por la pintura y las demás manifestaciones artísticas dicio, a medida que avanzamos en su lectura. Si la fe es el móvil principal que induce a estos hombres a aceptar trabajar en el partido comunista, el desengaño significa un dramático desenlace que los arruina espiritualmente, No todos han sufrido ese proceso con la misma intensidad, pero aquellos que se entregaron en cuerpo y alma, como en el caso de Koestler y Wright, ese proceso está patente en su obra. Wright es explícito cuando lo escribe al tener que abandonar el partido: Porque yo sabía, porque así me lo decía el corazón, que nunca sería capaz de escribir como entonces, nunca podría expresar tal esperanza apasionada, nunca podria sentir con aquella sencilla agudeza los hechos de la vida, nunca podría renovar aquella mi profesión de fe.
En Gide y. Spender, esa experiencia es de indole distinta. Su adhesión al comunismo nunca fué absoluta. Spender, durante la guerra civil española, ya demostraba estar en quiebra espiritual con el catecismo moscovita. Gide fué un admirador a distancia, desengañado en cuanto puso los pies en Rusia, No sufrió allí la estupidez aguda de que hace gala Koestler cuando nos explica su viaje a través del país de los soviets.
Hay una distinción observable entre los elementos menos politicos que adhirieron al comunismo y los que fueron militantes. En los últimos casi siempre la pérdida de la fe se convierte en mala fe, en complejo de frustración y pesimismo (Orwell. Koestler) y en general en la acritud y el cinismo que caracteriza a los trozkistas. Los primeros, menos maleados moralmente, se recuperaron a través de una labor intelectual depurada y un esfuerzo mental constante hacia la objetividad. Los temperamentos más extravertidos adopfan posturas políticas o literarias típicamente extremistas, como Hemingway y Malraux, apologista de la brutalidad y la fuerza (Tener o! no tener. el primero, y gaullista el segundo. Tal vez sea el más patético el caso de Wright, en cuya confesión percibimos móviles más puros, más sentimentales si se quiere, que en las de los demás.
Podrá apreciarse esto que decimos comparando los textos que damos a continuación, coincidentes en el sentido moral del fracaso, pero distintos en los motivos, en las conclusiones y en la conducta personal ulterior.
ËDI Seis comunistas de regreso ARTHUR KOESTLER Un poco tardiamente se ha traducido y publicado en castellano The God that Failed. verdadero documento sobre la experiencia de los intelectuales en sus contactos con el stalinismo Los seis testimonios que en este libro intervienen. Koestler, Silone, Wrigth, Gide, y Spender se destacaron internacionalmente por su adhesión a Moscú. Se destacan igualmente ahora por su inquina hacia el Kremlin Su regreso del mito soviético está definitivamente fijado en estas seis confesiones que son, al mismo tiempo, una especie de Hara Kiri político, con derivaciones distintas, según los hombres.
El primer problema planteado en el libro podría ser el que analiza el fenómeno de conversión del intelectual en intelectual comunista. De los testimonios aqui expuestos y de otros que, aún no figurando en esta antologia de desengañados, no son menos expresivos se deduce una significativa conclusión: los caminos de la fe en Moscú son múltiples y los creyentes llegan hasta ellos por azares diversos. Pero la experiencia inmediata es común on todo ellos: o intelectual es considerado un paria en el Partido, un ser insolvente y maleable. Este asunto está meridianamente explicado en la pieza de Stone Les mains sales. La carrera de Hugo, el protagonista, está semorada de humillaciones. En este sentido, los relatos de Koestler y Wright en el bro que nos ocrra son concluyentes.
Hay que retener otro dato que nos sugieren estas páginas sin desper Yo hablaba el ruso bastante bien, pero, aunque viajé solo, tuve pocas ocasiones para practicarlo, excepto con las amistades oficiales; el ciudadano soviético ordinario sabe que el ser visto hablando con un extranjero es tan poco saludable como tocar a un leproso. Los que me hablaron en restaurantes y ferrocarriles utilizaban los clisés estereotipados de la Pravda en sus editoriales; se hubiera podido pensar que recitaban trozos de conversación de un libro infantil de texto. Todo esto lo registré con aprobación; era un signo saludable de disciplina revolucionaria y vigilancia bolchevique. Vi los estragos del hambre en 1932 1933 en Ucrania Hordas de familias andrajosas mendigando en las estaciones de ferrocarril, alzando las mujeres a sus hambrientos retoños hasta las ventanillas, mostrando sus esqueléticas piernas y sus cadavéricas cabezas, como fetos conservados en alcohol; ancianos con los pies helados mostrando sus dedos a través de destrozadas chanclas. Se me dijo que eran kulaks que se habían resistido a la colectivización de la tierra y acepté la explicación: cran enemigos del pueblo que preferían mendigar a trabajar. La camarera del Hotel Regina. 107 106