Violence

CUADERNOS INTERNACIONALES La guera civil pone en vilo al pueblo español entero. En España, desde el Cid hasta hoy, sólo tiene una manera de hacer poesía el pueblo: el romance. El romance es un arma para Miguel Hernández: con él se defiende y defiende a su pueblo de los bárbaros del crimen. Su condición de hombre del pueblo está en sus versos de entonces.
POESIA EJEMPLO DE MIGUEL HERNANDEZ por BENITO MILLA Miguel Hernández, nació a la vida a la poesía en Orihuela, pueblo de Alicante, en el seno de una familia campesina. En la poesía de sus primeros años está manifiesta la importancia del paisaje circundante. El paisaje levantino es luminoso y ancho. Orihuela presiente el mar. La claridad mediterránea llega como una gran vibración solar, despejada y tersa, atenuada en un previo verdor de naranjos y palmeras.
Es la luz de Africa tamizada por el rumor y el azul fresco del Mediterrá16o. Casas blancas, hombres lentos, higueras abundantes en frutos y sombra.
En contraste con el deslumbramiento del paisaje, el misticismo vital y profundo del alma levantina, herencia del largo paso morisco por la región. Este clima y este ambiente explican la poesia y el temperamento de Hernández. Un espíritu deslumbrado cali.
do, enraizado en el suelo y soñador, lleno de pasión, de vida, e impenitente evocador de la muerte, presente a lo largo de toda su obra poética. La vitalidad, la plasticidad de su lenguaje sólo es posible en su comunión espiritual con la tierra madre; su humanidad, su fervor de hombre, se explican suficientemente en su con dición de hombre del pueblo. No le atraen Madrid, el asfalto ni los ascensores. La higuera, el agua y el campo son los temas vitales de su poesía. el amor y la muerte, sentido y presentida. Su estilo y los elementos constitutivos de su lenguaje hay que buscarlos en la égloga. Los sonetos de El Rayo que no cesa saben a tierra labrada. Su paralelismo, su imperturbable simetria evocan constantemente los surcos rigurosos que abre el arado en la tierra docil.
La forma clásica se da en Hernández con la naturalidad de la tierra.
Su exacta geometría sólo se altera cuando el viento de la tragedia levanta todos los honrados y leales pechos españoles en la más tremenda conmoción nacional vivida por España a lo largo de su historia,. si yo he nacido de un vientre desdichado y con pobreza fué tan sólo para hacerme defensor de los humildes, eco de la mala suerte.
Esta premisa debía mantenerla hasta el final. Luchó denonadamente, con el fusil y la pluma, hasta su muerte.
Después de su muerte, acaecida en la cárcel franquista de Porlier, se hizo el silencio en torno a la vida y la poesia de Miguel Hernández. En España, el ruido de las espadas victoriosas ahogaba todo rumor de libertad. El despotismo triunfante repudiaba toda creación cultural, toda manifestación artística, toda expresión libre. El clima de violencia y represalias que sucedió al entronizamiento de Franco no era precisamente el más propicio para valorar públicamente el alto ejemplo de la vida del poeta, extinguido en plena mocedad, ni el más conveniente para la extensión de su poesía. Su acento era demasiado fuerte y demasiado libre para retumbar en aquel cementerio. Pero el tiempo de las inevitables reparaciones debía venir. El lo presintió desde su celda, desde su inerme condición de presidiario. No cesó de cantar, dando a luz en la tiniebla carcelaria las composiciones, inéditas todavía, de un cancionero y Romancero de ausencias, al que pertenece el poema que publicamos hoy. Su fé en el luminoso destino de su poesía está implícitamente contenida en estos dos versos simbólicamente afirmativos. quién encierra una sonrisa. quién amuralla una voz?
Sublimada en su amor total, sin olvido posible, su obra debía remontarse por encima del dramático desenlace de su vida, perdurar y acrecerse en el corazón de los jóvenes. Su reivindicación como poeta se produce en España en el instante mismo en que las nuevas promociones ensanchan el panorama poético de la península y se vuelven apasionadamente hacia las señales inextinguibles que dejó la generación de 1936. De esa generación, crecida en el estrueudo de la lucha popular, el que dió un acento más hondo y conmovido, más terroso y señero, fué Hernández. Su poesía era tierra, pueblo y fuego de España. Cómo extrañar la fervorosa exaltación varonil de su conducta, la enardecida resonancia de su poesía durante la lucha de su pueblo contra la ignominia militar? Hoy re 81. 80