Liberalism

CUADERNOS INTERNACIONALES CUADERNOS INTERNACIONALES Mucho más importante es la admisión de que, de dos delincuentes fundamentalmente idénticos, y ambos de conducta perjudicial para el prójimo, uno puede ser detenido mientras el otro sigue campando a sus anchas.
Nunca ha habido igualdad de pesquisa, detención y castigo en la sociedad humana, y culturas anteriores han tolerado más y mayores privilegios políticos y económicos que la nuestra (4) El timador poderoso, el barón predatorio, el prelado carnal y otros aceptados y honrados delincuentes han sido gente de casi todos los tiempos históricos. Tales individuos se hacen prestamente los cabecillas de grupos y naciones que le permiten dirigir su delincuencia, como la del confirmado big shot criminal, contra enemigos externos, muy a menudo en provecho del status económico político del grupo acaudillado por tales delincuentes. En cierto grado, también, la facultad de opresión y desgobierno interiores ha sido limitada por los recurso que el tirano. local o nacional, tiene a su disposición, por la resistencia de sus súbditos o por la competencia ajena. Las sociedades primitivas pueden ser clasificadas con bastante facilidad en dos tipos: unas, conformes a este patrón, con un modo de vivir predatorio, bélico y a menudo, aunque no siempre, tiránico; otras, de orientación predominantemente pacífica y social. Los factores familiares, económicos y culturales juegan un gran papel en la determinación de tales tradiciones de grupo. En muchos casos cabe hablar de culturas imperialistas y culturas vitalistas.
La historia de más complejas culturas muestra conductas similares. En la vida de las concentradas civilizaciones occidentales.
ambas son perceptibles, si bien la Historia convencional dedica más espacio, a las azarosas carreras de los grupos agresivos, que forjaron por la fuerza las instituciones políticas que a la influencia cultural y gradual de los no agresivos, que han hecho su labor por asimilación e influjo. Similares patrones existen también en culturas aisladas; pero el desarrollo de la centralización autoritaria ha dado lugar a un perceptible traslado de los dos principales tipos de delincuente histórico el tirano potencial y el esbirro potencial a la sociedad urbana, que es la sede del Gobierno. La disparidad entre la ley como instrumento de la autoridad y la moral práctica como producto de la lenta evolución de las costumbres. mejor que de la acción individual, tiene, en parte, cierto paralelismo con la antitesis existente entre la Ciudad y la Corte, por una parte, y la sociedad rural, por otra.
En nuestra propia cultura, y entre las circunstancias en que se ha desarrollado el estudio psicológico de la delincuencia, nos hallamos ante un producto de este proceso, distinto de los de fases anteriores.
Por ahora, tendremos que ocuparnos menos del delincuente cuyo éxito y cuya energia acallan la oposición, que de la vasta incorporación de normas de delincuencia a la estrucutra y al mecanismo efectivos de la sociedad. La autoridad económica y política se ha hecho DI co límite de la civilización, y la civilización, desde la revolución industrial, se ha desarrollado en gran medida, a expensas de los factores vitalistas. El Derecho y la administración pública, mediante sus rápidos cambios a la vista de la precipitación de acontecimientos, y en virtud de los desplazamientos del centro de gravedad del poder político, han tendido a sobreponerse a la tradición y a la moral práctica.
Las tiranías que en recientes años han alarmado y escandalizado al liberalismo occidental, han adquirido poderes de imposición general mucho mayores que los gozados por jefes locales de pequeñas comunidades, y han adquirido medios de moldear y alterar las costumbres y opiniones en escala sin precedentes. Tenemos que reconocer que las culturas urbanas centralizadas, incluida la nuestra, han llegado al punto de seleccionar al detalle tipos de delincuencia individual de otra manera indistinguibles que toleran o galardonan con una mano y condenan y castigan con la otra. La jurisdicción de las leyes que definen el crimen, no es ya estrictamente limitada por la moral de la sociedad o de sus grupos predominantes; y, a la vez, la existencia de la misma sociedad, puesta en peligro por el incremento de la criminalidad individual, ha venido a depender de una provisión de ciudadanos precisamente del tipo más propenso a actividades criminales. En tal sociedad, se tiende a no ver otro criminal que el francotirador, el delincuerite sin permiso, a quien le ha faltado astucia, suerte u oportunidad para manifestar su delincuencia dentro de la estructura autoritaria.
Es general conclusión de casi todos los estudios modernos que los individuos antisociales se moldean en su infancia. Si una sociedad los fabrica en número anormalmente crecido, la probable causa de ello se hallará entre factores de la vida de la comunidad que operen contra la familia o en las costumbres de crianza que los padres sigan.
Más pronto o más tarde, en la infancia o después de ella, el individuo tarado de este modo se halla ante el problema de su relación con el resto de la sociedad. Algunas culturas tienen mayores recursos que otras para asimilarse esta gente. La facultad asimiladora de nuestra propia cultura, considerada desde el objetivo del reajuste y la cura definitivos, es realmente baja. Mas no cabe decir en modo alguno que todos los delincuentes potenciales se hacen enemigos de la sociedad. Pareja a la dificultad que las sociedades centralizadas hallan en el reajuste de individuos aberrativos, es su notable capacidad para asimilárselos sin corregir.
El individuo delincuente no afronta el dilema de escoger entre combatir a la sociedad y dejarse reformar por su moral y sus costumbres. Su dilema consiste en elegir entre una válvula de escape, tolerada, para su delincuencia, y otra penada. Lo que hace delictivo a un acto franco es la aserción, por medio de él, del derecho del autor a conducirse independientemente de los demás. Puede hacer eso mediante el robo o el asesinato, y sufrir las consecuencias, o puede encontrar una posición en la estructura social que, dentro de ciertos limites, le permita hacer su aserción sin que le vayan a la mano. Las oportunidades para esta clase de aceptada y aceptable delincuencia, se hallan casi enteramente en el campo del Poder. Si los delincuentes 53 52