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CUADERNOS INTERNACIONALES CUADERNOS INTERNACIONALES tos; Thiers, que con su HISTORIA DE LA REVOLUCION, tan abundante en retóricos ringorrangos, tan tribunicia y llena de arengas, le había ofrecido al pueblo el modelo que éste se disponia a copiar entonces, no hallaba dónde esconderse, temblaba como el pos bre Tom de Bedlam, de todo huía por las calles de París, y la mera bulla de unos pilluelos jugando a orillas del Sena le hacía retroce der cuando iba a pasar un puente; y en cuanto a los Montañeses de aquel entonces. porque conviene saber que hasta en la Asam blea se intentó representar la Convención. las descripciones de Alexis de Tocqueville son demasiado crueles, para traerlas aquí.
REALIDAD SOCIAL ASPECTOS POLITICOS DI No olvidemos que habla un enemigo de la revolución especialmente, de su fin igualitario. mas tampoco desechemos sus palabras por completo, ya que en ellas hay su grado de verdad; y, sobre todo, atención a lo que ahora nos importa: aun en las cir cunstancias sociales de 1848, que habían acumulado en París un proletariado de tipo moderno, buena parte del cual se hallaba desesperado por la falta de empleo, las dos revoluciones o revueltasparisinas de aquel año fueron copias callejeras muy realistas a veces de las representaciones teatrales de la Gran Revolución. Esta y, más que ella en sí misma, sus versiones literarias y folklóricas se había apoderado de la imaginación de dos o tres generaciones, para las que vino a ser una epopeya, una Ilíada, cuya Ilión inicial fue la Bastilla, y luego todo París. Los gestos de fines del siglo XVIII, relatados o descritos en las canciones de gesta de historiadores y dramaturgos verbosos, que ya imitaban la vieja verbosidad de los clubs, eran copiados por los gestos del siglo que le seguía; y aunque estos últimos eran falsos, meramente teatrales, en el siglo XX los hemos tomado por verdaderos, por dignos de imitación. No empezamos a ver nuestra locura? En la misma Revolución Francesa hubo dos cosas bien distintas: las realidades sociales y los aspectos políticos que adquirieron. Kropotkin supo distinguir entre unas y otros; supo también demostrar que la verdadera revolución es decir, la verdadera transformación de Francia no tuvo lugar en la Convención, ni en ningún centro estatal, sino en las comunas que tomaron la tierra, se libraron de tributos y establecieron un rém gimen de pequeña propiedad sobre las ruinas del señorío feudal. Lo progresivo de la Revolución, que no fué del todo satisfactorio, se redujo a aquéllo; y Alexis de Tocqueville, en su magnífico estudio del Ancien Régime, demostró que aquella transformación progresiva había sido iniciada antes del 93 y se había realizado ya hasta el punto de que fué, no un resultado, sino una causa, de la Gran Revolución, que tan sólo valió para entorpecerla con banderías, den cretos, especuladores, guerra interior y campañas de conquista.
La transformación careció de gestos, y fué tan imperceptible co.
mo suelen serlo hasta los mayores avances evolutivos. La Revolución, por el contrario, fué toda gestos, y gestos de imitación: no solamente de los modelos greco romanos, sino también del Parlamento covachuelista del Antiguo Régimen, que había sido la escue la de leguleyos tan amargados como los dos ex monárquicos Robespierre y Fouquier Tinville. La Convención y el Comité de Salud Pública más tuvieron de Tribunales de Estado que de Cortes Nacionales, e hicieron una revolución de fiscales y verdugos, cuyo supremo espectáculo el de las ejecuciones en la Plaza de la Grèm ve abochornaría hoy a un país civilizado. aquella revolución. que mantuvo el talante de revuelta y el impulso violento, acabó en la militarización de toda Francia monstruosidad que a ningún monarca se le habría permitido, en un formidable robustecimiento del Estado, en la superposición de la ficticia voluntad general a todo principio ético y al carácter sagrado del individuo. Fué, en resumen, el verdadero principio del movimiento reaccionario, escla vizador, brutal que ahora espanta a todo el mundo.
Pero lo fué, principalmente, porque la indispensable evolución social se confundió con aquel sangriento tejemaneje de la revuelta política o estatal. Entonces. y más después se creyó que los problemas de un pueblo se resuelven con magia de Convención o milagritos de barricada; que sus progresos y retrocesos son mera cuestión de fuerza, golpes de mano o de Estado. Por eso Francia, en medio siglo, y aun sin contar las conspiraciones que no llegaron a cuajar, pasó de la Monarquia constitucional a la República; da ésta, que tuvo varias fases equivalentes a otros tantos regímenes distintos, al Imperio; de éste, a la Restauración; de ésta, a la Monarquia de Julio; de ésta, a la República de Febrero; de ésta, a la de Junio, que llegó a parecer otra; de ésta, al Imperio otra vez, pero a un Imperio más vil que el napoleónico, Y, como observaba De Tocqueville: Tras cada uno de estos cambios se dijo que la Revolución Francesa, habiendo concluído lo que presuntuosamente se llamaba su obra había terminado. Lo cierto fué que aquellos bruscos vaivenes se debían a dos causas antagónicas: por una parte, a la evolución social, que buscaba su idónea expresión política; por otra parte, a las consecuencias estrictamente políticas de la Revolución, que enfrascaban en el juego del Poder a las fuerzas progresin vas y a las fuerzas reaccionarias. juego en el que de continuo prosperaba el Estado oentralista a costa de la nación. No será aventurado profetizar que en este siglo se probará lo apuntado, en DU POUVOIR, por el brillante Bertrand de Jouvenel: que la Gran Revolución, madre del bonapartismo, del Poder centralizado y a merced de aventureros, ha sido una de las causas principales del hundimiento de Francia.
Cabrá añadir que de Europa, porque las revueltas que han agitado a este continente durante cerca de siglo y medio, más se han. 12. 13