Anat al enemigo. El origen político de Plaza no se le ha escapado a su memoria. En sus ojos se renueva la escena de Jaramijó, de gran sig.
nificación. Vivamente reaparece el cuadro: es temprana hora del día.
Apenas si se vislumbra el sol. Desrumbada, al capricho del mar, avanza una embarcación, enarbolada la bandera roja. Es El Alhajuela.
Lo tripulan un puñado de valientes. Alfaro los comanda. Llegado el momento preciso, el éxito depende de un sacrificio. Ante todo la Patria, y el sacrificio se consuma. El sol no pudo contemplar este cuadro trágicamente grandioso, ofuscado por las llamas de El Alhajuela que anunciaban la victoria definitiva. la hora de la recompensa, Alfaro supo corresponder a sus valientes. Leonidas Plaza era uno de ellos. la sombra del Viejo León fué sucesivamente Sargento Mayor, General, Gobernador, secretario de Estado, Presidente de la República. Gratitud, oh! gratitud, habéis anidado en pecho franco, leal, altivo, generoso. Mas cuán distinto! El 28 de enero de 1912 es la fecha nefanda en que debía corresponder el antiguo Sargento de El Alhajuela sobre cuyo hombro se apoyara el Jefe en hora suprema.
Ya en el pináculo de la ambición, hecho Presidente. qué importa todo, el credo político, la amistad, el patriotismo, la dignidad, en fin. Gratitud, oh! gratitud, la mano de la revolución sabrá haceros efectiva. Se ha tocado a somatén! la voz marcial del clarín, se rodea este nuevo caudillo de un grupo de soldados que le sigue. Son pocos. Qué importa! Luchará con ellos, y con ellos lucha, y pone vacilante al Gobierno. Pasa uno y otro año. Nada amengua sus energías titánicas. Vence aquí, es derrotado allí. Si no triunfa definitivamente en un hecho de armas, es porque son escasos los elementos con que cuenta. Pero triunfa al fin obligando a Plaza a convocar a elecciones, en la que la mal intentada farsa se le frustra. Pretende poner un presidente a su antojo, que sea la prolongación de su inmunda persona, y todo cálculo le falta. Baja del Poder, no avergonzado, porque esta virtud no enciende su cara, pero sí repudiado: es espantado lejos con su hedentina que lo corrompe todo. la victoria se anuncia en un vuelo de cóndores! La lucha cesa. Los soldados deponen las armas y el General Concha se retira a su tierra nativa, donde le aguardan sus haciendas, que le brindarán sus frutos y sus auras y la amable tranquilidad de sus campos. Va satisfecho. Ha cumplido con su deber de ciudadano y de hombre honrado y libre. Aquí, cabe al suelo nativo de la gallarda Esmeraldas, donde meciuron la cuna de su infancia, acaba de morir. Gloria al héroe! De pie, frente a su tumba, lo custodia la República. mienza filamen cerca pués de cuatro guland una de arrolla cuerpo y que a la ot substra sentara ming, lar cie de ello una si por es la fori organ lor. tina asas; cada mitad FRANCISCO URIBE los po San José de Costa Rica, mayo de 1916.
te, vo núcle 330 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.