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rra: ese algo es la vergüenza en que han caído los ecuatorianos todos.
En contubernio de cinismo y escándalo, la fiera eclesiástica y la fiera civil en las personas de Federico González Suárez y de Leonidas Plaza Gutiérrez, rodeados de áulicos en quienes no se distingue la sotana del traje de presidiarios, acaban con cuanto se le escapara a García Moreno, el émulo de sus desvergüenzas y crímenes. Nada turba la tranquilidad insolente de estos extraviados de la naturaleza. De los periodistas, amordazados y soterrados en inmundas mazmorras unos; sobornados otros; acobardados los más. Ni una protesta, ni un grito, ni un lamento. Banquetes en el Palacio Presidencial con asistencia de la clerigalla; banquetes en el Palacio Arzobispal; tedeums en las iglesias; hartazgo en los conventos; escándalo en los cuarteles; pasividad vergonzosa en las multitudes: este el Ecuador de 1912, avivado en sus instintos y pasiones bajas por las pastorales del Arzobispo González Suárez y los mensajes presidenciales de Plaza Gutiérrez, De los Generales, los que fueran orgullo de la patria por el valor y entereza, la abnegación y el desinterés, prendas de dignidad y grandeza escasas en estos países hispano americanos, cuyas espadas habrían fulgurado las primeras en tratándose del honor de la República y de reivindicarle el puesto que le acreditase país civilizado, Eloy Alfaro, el más grande de ellos, guerrero y estadista, sol.
dado de la democracia y del liberalismo, gran político, de los victimados es: seis bravos más, escarnecidos también, integran ese cuerpo de majestad olímpica que constituye el orgullo de la Patria: son los mártires del Egido. El Pichincha no ha saludado desde la cumbre que le deparan los Andes, más egregios ciudadanos ni militares de valor tan denodado: el sacrificio de sus vidas es la mayor apología a sus virtudes.
En tales circunstancias. podía prolongarse por más tiempo el escándalo, y el crimen permanecer impune? Empresa difícil es ago.
tar la paciencia del pueblo; pero más ditícil aún es refrenar su reacción contra el despotismo y los vejámenes recibidos. Victima del engañoso fanatismo, ciertamente comete horrores inauditos; pero a la voz de la probidad brotada en explosión magnífica de labios de un patriota inclito, persuadido del engaño, repuesto en su situación de ciudadano libre, teniendo frente a sí el cuadro elocuente de la infamia consumada, entonces sus arrebatos son incontenibles: cada brazo es una arma formidable, cada pecho una barricada inaccesible.
Poned en estos momentos a su frente un varón digno de la pluma de Plutarco y contad con el éxito.
De entre el tumulto vergonzoso y pusilánime que tiembla, ha salido un héroe. Este héroe, Concha, castigará con su ejemplo la traición y el crimen. ¿cómo no hacerlo, teniendo un alma como la su.
ya templada a la romana? Por otra parte, nadie mejor que él conoce 329 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.