rácter europeo, los negocios humanos estarían a estas horas bastante peor de lo que están. La moral cristiana, como se la llama, tiene los caracteres de una reacción: es en gran parte una protesta contra el paganismo. Su ideal más bien es negativo que positivo, más bien pasivo que activo; la inocencia antes que la grandeza de espíritu, la abstinencia del mal antes que la persecución enérgica del bien; en sus preceptos, como se ha dicho perfectamente, el no harás domina con exceso al harás. En su horror a la sensualidad, hace un ídolo del ascetismo, para después encajarlo gradualmente en la legalidad.
Mantiene la esperanza del cielo y el temor del infierno como móviles de una vida virtuosa; es en esto muy inferior a los sabios de la antigüedad, y hace buenamente lo que puede para dar a la moral humana un carácter esencialmente egoísta, separando los sentimientos del deber de cada hombre de los intereses de sus semejantes, excepto cuando el propio interés le obligue a considerarlos. Es esencialmente una doctrina de obediencia pasiva; inculca la sumisión a todas las autoridades constituídas; solamente deberá dejar de ser activa la obediencia a ellas cuando manden lo que la religión prohibe, pero no debe oponérseles resistencia y mucho menos sublevarse contra ellas, por injustas que sean.
Mientras que en la moral de las mejores naciones paganas los deberes del ciudadano para con el Estado ocupan una extensión desproporcionada y menoscaban la libertad individual, en la moral puramente cristiana esta gran división de nuestros deberes es apenas mencionada o reconocida. En el Korán, no en el Nuevo Testamento, es donde se lee esta máxima: Un gobernante que designa a un hombre para un empleo, cuando hay en un Estado otro hombre más digno de ocuparlo, peca contra Dios y contra el Estado. Si la idea de obligación para con el público ha llegado a abrirse camino en la moral moderna, ha sido tomándola, no del cristianismo, sino de los griegos y los romanos. De igual manera, lo que hay en la moral privada de magnanimidad, de elevación de espíritu, 281 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.