. Está sentada a la diestra de Dios Padre Todopoderoso, respondía Viguá, y volvían a llorar. No suponga el lector, que esta escena es la más propia de un manicomio de cuantas se desarrollaron en aquel tiempo fatídico en el palacio presidencial de Buenos Aires. Rosas se entretenia en echar a sus servidores locos y bufones, jeringazos de aire hasta inflarles los intestinos y abultarles el vientre. Una vez mandó al llamado Eusebio calzarse unas botas llenas de brasas ardientes; otra, al imbécil Viguá, sentarse, sin calzones, sobre un hormiguero, hasta que hubiera devorado dos fuentes de dulces. No se hallaba. dice el señor Ramos Mejía. en esa zona misteriosa de que habla Mawdsley y en uno de cuyos bordes se ve a la perversidad predominando sobre la locura, mientras que en el opuesto la perversidad es menos y la locura domina. Rosas estaba francamente afectado de una locura moral en toda su horrible plenitud. Principio a manifestarse en su juventud y después públicamente, haciendo pintar bigotes con corcho quemado a sus generales; proscribiendo el frac y cortando con sus propias manos los faldones del que llevaba el señor Gómez de Castro en un baile público en la casa de Gobierno; presentándose en mangas de camisa y en calzoncillos en momentos solemnes y notables; organizando bandas de hombres feroces que tenían la misión de tusar las barbas a los salvajes unitarios, y pegar moños con cola en las cabezas de sus mujeres. Rosas hacía bailar a su hija y a sus generales con negras y mulatas en la Alameda y en las plazuelas de las iglesias, y representaba con sus bufones farsas indecentes y obscenas, parodiando las cosas más respetables, sin miramiento alguno por las personas que tenia cerca. Otro de los rasgos que el señor Ramos Mejía recuerda y como todos los anteriores fundándose en testimonios históricos irrecusableses el de tener sobre el piano, en su sala de recibo, puestas en un plato y saladas, las orejas del coronel Bordas (uno de los que se atrevieron a sublevarse contra él) para enseñárselas sonriente a sus tertulianos. Lo más asombroso įno es que Rosas tuviera tertulianos?
Los tuvo. Otras más importantes pruebas existen de la sumisión y el terror en que logró sumir a los desdichados habitantes de Buenos Aires.
Sin embargo, el señor Ramos Mejía hace constar que no era valiente. Acometíanle accesos de pánico ante el peligro, y si la cruel.
dad que mostraba con los revolucionarios era monstruosa, no menos grande era el miedo que ellos le inspiraban. Pero ¿si fué cobarde, cómo pudo someter a la esclavitud a toda la nación. Cómo logró, no sólo que le obedecieran ciegamente, sino que lo adoraran?
La respuesta es bien sencilla. Para ser un tirano cruel, un déspota sanguinario e injusto, no se requieren grandes cualidades de carácter, de energía, ni de talento. Menos aún es necesario el heroísmo. La 223 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.