cha púb jado. Los pag austeros debe de quilleo sentaría rar, y el diner gros en diabólic desde lo en que Sólo muriendo en uno de esos trastornos de la Naturaleza, podemos ir relativamente seguros de que no dará qué decir nuestra muerte.
Esas cosas sí, le ponen a uno serio. Caramba!
Terremotos, volcanes, la tierra que se abre, el cielo que se viene abajo. Para eso no hay prudencia, ni vida ordenada, ni preceptos higiénicos que valgan.
Eso nos puede suceder a todos y entonces no hay más remedio que morirse. Por eso estas catástrofes nos conmueven a todos. Después de leer el trágico relato, nadie se considera inmortal. Ni siquiera cabe el consuelo de culpar a los gobiernos, como en caso de epidemias, guerras y otras calamidades de tejas abajo.
No hay idea del trastorno moral producido en al.
gunos espíritus ante un «Morir tenemos. anunciado en tan expresiva forma. Durante tres o cuatro días, el avaro se siente capaz de inusitadas generosidades. Es triste cosa morirse sin haber disfrutado de nada! se compra su purito de quince o se regala con su café con media tostada. El malhumorado dulcifica su carácter. No vale la pena de tomarse disgustos! La novia pudorosa se muestra más propicia a ciertas expansiones. Mañana pudiera haber un terremoto!
Por fortuna, la idea de la muerte es pasajera y sólo ante un cataclismo de cielo y tierra, imprevisto, inevitable, consigue imprimirse por algunos días en nuestro pensamiento. Han visto ustedes, qué horror! Ya, ya. juna cosa horrible. los pocos días nadie se acuerda y todos volvemos a creernos inmortales y a pensar que sólo se mueren los que no viven como nosotros, los que hacen locuras y cometen imprudencias, petas. eficaz no sea metal e En 1913 gran guers cimiento tar. Algun contento a año. CLE dados que ¿Pre que ser desarma lado de la sang nas, RC fueron el centi Yo no sé cómo ha podido decirse que el Cristianismo es una religión de tristeza y que el ejercicio de sus virtudes exige todo género de mortificaciones. La Caridad, por lo menos, cuando con motivo de alguna gran desdicia tuya arroyo, 206 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.