a un grave y encendido amor de la verdad una sensitiva inteligencia de lo bello, fuese, a un tiempo, artista y hombre de pensamiento, personal y universal, sapiente y espontáneo, entusiasta y crítico; el escritor dueño de su cultura y de su personalidad, en quien aparezca tan egregio el don literario de la expresión, como lúcida y estricta la conciencia estética en la concepción; que ponga tanto escrúpulo en el detalle como medida y proporción en el conjunto, y sea tan responsable de cuanto dice como de cuanto calla: género el más raro y el más necesario, en países donde la falta de tradición clásica deja a cada uno entregado a la viciosa espontaneidad nativa.
Menos original en la manera, menos genial en el temperamento que Montalvo, en el sentido del candor y la alegría creadores; más cordial, más armonioso que Andrés Bello, Rodó, con ser tan europeo, y precisamente por serlo, es el literato que encarna con mayor pureza la civilización que vamos aprendiendo, la mente que vamos asimilando. Es por esto, en el sentido de un depurado casticismo, el escritor que mejor nos representa, 193 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.