cimiento. El principio de libertad en literatura no fué, pues, una triunfante reivindicación, como lo había sido en política, sino más bien turbulento empuje desorientador, y casi justificación de la ignorancia nativa.
Pero hé aquí, realizado casi de repente, el tipo de escritor perfecto; y al propio tiempo la mente más civilizada, la más discreta sensibilidad. Para admirar sin reservas la calidad de una prosa de nobleza constante e infatigable elevación, ceñida a elegancia igual, página tras página, sin flaquezas para con la abundancia aproximativa ni condescendencias ante la «rebelión de la palabra que se niega a dar de sí el alma y el color. para admirar asimismo el decoro de un pensamiento mantenido en belleza por la expresión más hermosa y en libertad por la amplitud más segura de sí, es preciso, en efecto, llegar a Rodó. La misma prosa de Montalvo (autor a quien Rodó ha tributado el más estupendo elogio, con un «ensayo» sin par en lengua castellana dentro de la crítica, por la magnificencia del estilo, el entono de la concepción y el calor del sentimiento. es una prosa aparte, prosa de excepción, admirable a título de alarde fersonalísimo, de intransmisible secreto.
Si Rodó vió ya en Montalvo «la típica representación del escritor en la integridad de facultades y disciplinas que lo cabal del título supone. mayormente hemos de verla en quien, si tuvo un don menos genial, juntó a cultura más vasta, la universalidad de un espíritu más ecuánime y más comprensivo (1. Faltábanos, en efecto, hasta que le tuvimos en Rodó completo y acabado, el escritor por excelencia, que, uniendo a un gra inteligen bre de pontánec cultura y gio el de la concie escrúpula conjunto cuanto ca países de entregad Mend peramen alegría ci Bello, serlo, es lización milando.
cismo, el (1) No es que tengamos en menos las «pasiones de un Montalvo: antes bien, luego se verá cómo las reclamamos, en cierto sentido, aun para Rodo; sino que, desde este punto de vista de la representación genérica del escritor, la polémica, la sátira y otras formas personales, así no sea más que por su asunto, como también la manera de Montalvo, parecen de menor alcance que estotra caracterizada precisamente por su amplitud y universalidad.
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