Individualism

De todo nia. Su nom en esta revis. Pero tará aterrado se aplicara de el comentaris los pastores a ¡Oh tiempo ¡Ya pasará las nacionalid de las nacione que sea acept: pueblos sea fc Si en el siglo xix, tendiendo la mirada hacia Inglaterra o hacia la patria de Franklin, pudo parecerme la anexión el medio más sencillo y seguro de mejorar, hoy. solamente un camino se ofrece a mi juicio: el camino largo: el de la salvación por un esfuerzo verdaderamente nacional. Hay que resolverse a ello. Empeñémonos sinceramente, cada uno en su casa, en fortalecer en el bien a los niños que se levantan, y confiemos en el porvenir.
De suyo se muestran ya mejores que nosotros esos niños: más limpios, más veraces, menos inclinados al alcoholismo, menos lujuriosos, o lujuriosos en una forma más normal. Tal observación debe confortarnos a todos y disipar el negro pesimismo. Pensemos en nuestras culpas y pensemos en los derechos de nuestros niños. Cuéstenos lo que nos costare, salvoguardemos su libertad. No descuidemos su instrucción positiva: la justicia en la inteligencia es la justicia en el corazón.
Hoy no cabe hablar de anexiones honrosas. Inglaterra, Francia, no existen para nosotros. Los Estados Unidos gloriosos y sin mancha, ya pasaron.
Un tirano puede hoy mantenerse 21 años en el trono con el asentimiento explicito de los herederos de Washington. Ninguna nación grande acepta ya ni en teoría. anexiones propiamente dichas, de Estados de una raza que no estima: Si en una hora de desconsuelo nos asaltare la idea de recurrir a una intervención de extraños, curémonos poniendo la esperanza en los chiquillos que alegran nuestras casas y meditando en la situación de los vecinos de Panamá y Nicaragua.
Trasmitamos a nuestros hijos una patria autónoma, aunque la imagine.
mos triste y miserable: ellos encontrarán remedio a los males que nosotros no hemos sabido evitar. Por salvar el presente, no comprometamos el porvenir. Qué dirian aplicando su y Panamá son se nos colocar ¿Injusticia?
El señor P: rencia de la Pa los Estados an Un año ant el señor Minis Anfiteatro de ¡Habrá sor sobre nuestras que el mundo que nuestra po martine.
El principio liberal individualista según el cual los derechos de cada uno no tienen más limitación que los derechos de los demás, se denomina principio de las nacionalidades cuando se aplica a las naciones.
Opuesto a este principio está el autoritario, según el cual «las leyes y el derecho no tienen otro origen que el mandato de las autoridades, las autoridades están siempre por encima del derecho y son autoridades las personas que tienen el poder de imponer su voluntad a las demás. Quien manda, manda, y cartucho en el cañón. Durante la guerra, los grandes estadistas, profesores y escritores de Francia, Inglaterra, Italia y Estados Unidos han proclamado altamente la bondad del principio de las nacionalidades, sin restricciones, como expresión de la justicia. Vislumbrada la victoria, el tono de los voceros ha bajado de golpe. Todos estamos convencidos, sin necesidad de re.
Hexiones profundas, de que la doctrina de las nacionalidades debe respetarse entre países civilizados y no debe ser respetada por los países civilizados al tratar con los bárbaros. El derecho debe fundarse en las realidades y en los ideales de la civilización, es decir, en la materia, en la substancia, y no en ninguna clase de principios meramente formales. El autor famoso que estoy citando figura en la vanguardia de los «espiritualistas. Por civilización entiendo la conservación y el acrecentamiento de los valores culturales. Toda sociedad humana que no contribuya a la conservación y acrecentamiento de los valores culturales, o que destruya más de los que construya, ES ILEGITIMA DEBE SER DES.
TRUÍDA. El autor fué uno de los más notables adversarios de AlemaSr. do Un grupo superior de la construcción de reunir, ya com te súplica de Yo pregunto para el pais, un palacio que los alrededores ras pocilgas, co en su suntuosa tanto menester cencia, que los dos del «Asilo ¿Pueden con mildad con la sandalias y que que predican el do en todos sen de la ociosidad 182 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.