de acierto que en muchos institutos aparentemente más religiosos, una verdadera y sólida cultura moral y religiosa. es ciertamente indigno de hombres serios, no ya sólo temer sobre este punto, que tengo por capitalísimo en la educación y enseñanza liberal, sino aun deslizar como apariencias de una duda, que lo diré sin rodeos) más de una vez me ha hecho dudar de que realmente se abrigue, y de que todo ello no envuelva segundas e interesadas intenciones, para traer a este país, y entregar la educación de la juventud que es su más bella esperanza, a gentes que nunca vendrán.
Es, por lo tanto, necesario, absolutamente necesario, que semejante contrariedad desaparezca, dando con ello nuevas fuerzas al progreso intelectual y moral de este país. Si esos supersticiosos temores tienen algo de realidad en quien los manifiesta, bien pueden los hombres liberales y amantes de la luz sacar de las tinieblas a esos sus hermanos, y enderezar valerosa y caritativamente sus torcidos caminos; y si todo fuere apariencia y fingimientos, nada más fácil que arrancar la máscara de la hipocresía y azotar a todo menguado hipócrita con el suave látigo moral del ridículo que merece. Pues qué! įvalía la pena de construir laboriosamente un edificio, crear un instituto de enseñanza, gastar en todo ello sumas considerables, para luego enojarse por cortesía más o menos, como aquellos quisquillosos señores de capa y espada; y dando sencillamente oídos a la malicia despechada, y entrando aun sin echarlo de ver, en cierto espíritu de retroceso, que vosotros mismos significáis con el nuevo, expresivo nombre de coloniaje, dar también con todo esto en tierra, por dar gusto a necias pretensiones? No; que vuestras palabras, que vuestros hechos, vuestras determinaciones recientes, bien claro significan que habéis triunfado de vuestras pasiones, de vuestros mayores enemigos, y que podéis vencer a todos los que lo sean de la ilustración y del progreso.
Otro de aquellos enemigos, y es el último que he de nombrar aquí, es como un revuelto y tempestuoso torbellino, conjunto de todos los males antes indicados, con otros muchos a esos adherentes, y todos los demás que de continuo entorpecen, por donde quiera, el movimiento intelectual y la propagación de las luces; quiero decir la ambición: pero no la ambición como se quiera, sino aquella que, si no me engaño, llamáis aspirantismo, y que es por cierto la más dañosa y detestable de todas cuantas ambiciones puedan atormentar el corazón humano. cómo, se dirá tal vez, cómo esa pasión podrá oponerse al progreso de la enseñanza, si el que a más aspira más blasona de liberal y amigo de la ilustración. Cómo? Teniendo miedo a una enseñanza que instintivamente saben que es muy superior a la suya; miedo a una juventud más contraída hoy a los trabajos intelectuales, y en breve más ilustrada, más fuerte, más poderosa que los desheredados de lo antiguo por llegar un poco tarde a la vida, y de lo nuevo, por haber llegado un poco más temprano 155 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.