Discurso pronunciado con motivo de la apertura del curso académico de 1873, en el Colegio de Cartago, por el Dr. Ferraz, Director del establecimiento.
SEÑORES: Muy grato y placentero es siempre para cualquier artista, y para sus amigos, darse cuenta del éxito de sus esperanzas y el resultado de sus trabajos, al terminar alguna obra en común ideada, y emprendida también y realizada en común. ya que sólo bajo esta condición y comunidad de interés entre el obrero y sus amigos, pueden vivir las artes, y sobre todo las artes liberales y útiles a la vez, como es sin duda ésta de la educación y la enseñanza, produciendo algo duradero en la memoria de los hombres, y que eficazmente puede influir en su cultura y su progreso. Pero cuando no existe esa comunidad de interés, bien porque el artista no acierte a interpretar el gusto y particulares aficiones de su público, bien porque éste no se halle suficientemente educado para aquel arte; cuando la envidia y la calumnia, cediendo al propio instinto suyo como roedores sociales, tiran a romper, o siquiera debilitar y aflojar toda relación de aprecio, todo lazo de mutua consideración entre uno y otro; cuando por tan reprobados medios se consigue hacer sospechoso el uno para el otro, y al arte, siempre noble y educador, se le presenta como corruptor y mezquino, y al pueblo, siempre generoso y amante de todo progreso, se le concibe representa como indigno de educación e incapaz de ver la luz de las ideas; entonces, digo que fácilmente puede comprenderse que el artista se desespere, y que, llegando hasta a desconfiar de sí mismo, y perder la fe en sus propios medios de acción, rompa los instrumentos del trabajo y abandone el ingrato ejercicio de sus más nobles facultades, y la sociedad de los hombres, por otro campo y otros ejercicios más saludables y serenos. Así un escritor ilustre, acaso el primero entre los historiadcres del siglo, y sin disputa el printero entre los suyos, arrojó su pluma hecha pedazos a la frente del propio pueblo, el pueblo portugués, indigno, por la manera de recibirla, de la obra monumental que aquel grande obrero del progreso quiso erigir a las glorias de su nación y a la patria literatura. Tan desdichado se mostró ese pueblo, y sus conductores tan ignorantes, que satisfechos de sus vetustas crónicas y leyendas ridículas, no consintieron en leer su verdadera historia, ni la dejaron escribir!
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