Los espíritus timoratos, soñadores y de escasa cultura, que tanto abundan en las repúblicas hispano americanas, miran con desdén no exento de pueril temor las investigaciones científicas, ya porque conducen, según ellos, a un materialismo que causará la perdición de la moral, ya porque cortan las alas a la fantasía, matan el arte y hacen más prosaica aún nuestra misera existencia. Ambos cargos son igualmente infundados e infantiles. La experimentación puede conducir al materialismo científico, esto es, a no admitir sino lo que se puede probar, rechazando lo sobrenatural y absurdo, en lo cual se procede con perfecto derecho y buen juicio; pero una cosa es el materialismo científico profesado por multitud de hombres célebres de conducta intachable, y otra el materialismo moral que nace precisamente de lo contrario, esto es, de la falta de toda cultura y del imperio absoluto de los apetitos groseros.
Más vano aún es el otro temor, el de que la mente humana gire en el estrecho círculo de la utilidad sin remontarse a regiones superiores. Nada dignifica tanto al hombre como la ciencia; nada puede caracterizar mejor la superioridad de nuestra inteligencia que esos grandes descubrimientos que han permitido al hombre encadenar los elementos de los cuales era antes esclavo, arrancar de las entrañas de la tierra la historia del planeta y descorrer el velo que cubría los más recónditos secretos del universo. Qué creación del arte puede igualar como trabajo intel cual al descubrimiento de Neptuno. No es cierto que en la antigüedad habría sido adorado como un Dios ese Leverrier que por medio de cálculos hizo brillar en el espacio un nuevo astro que sus ojos no habían visto. Será superior el placer del artista que termina sui obra al del sabio que ve aparecer en el fondo de su retorta la sustancia desconocida cuya existencia y propiedades había sospechado? No es un deleite proseguir por días, meses o años una investigación laboriosa y ver confirmarse poco a poco las hipótesis planteadas y apa.
recer los fenómenos que nuestro razonamiento había anticipado? La ciencia reserva a los que la estudian un placer tan puro e intenso como el del arte: éste educa la sensibilidad y el gusto, contribuyendo indirectamente al progreso moral; pero aquélla impulsa el progreso gene.
ral contribuyendo directamente al mejoramiento moral y material de las sociedades e individuos. El bienestar de que hoy disfrutan los pueblos, su vida incomparablemente mejor que la de antaño, no es obra de los poetas, músicos ni pintores, sino del grupo de hombres silenciosos y modestos que trabajan incansablemente en sus laboratorios para el bien de los demás.
CARLOS GAGINI Del libro La Ciencia y la Metafísica.
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