Re que de del ma que contara obras. Cuán admirados quedarían si las leyeran de hallar en sus páginas más casticismo y delicadeza, más elegancia e ingenio, más copioso léxico, dialéctica más contundente y galas de retórica más brillantes que en la mayor parte de las obras de sus contemporáneos, recreo de muchos y gloria de sus autores! Injusto es, por tanto, dejar en el olvido a tales genios, a tan rectos espíritus, sobre todo si consideramos que por su vasta cultura, su profundidad y penetración, sus principios filosóficos, su aplicación y desarrollo, la precisión de sus conclusiones, la excelsitud de su mentalidad y la belleza de sus sentimientos y de sus doctrinas morales, nadie puede compararse, por ejemplo, con San Agustín, a no ser Platón o Cicerón.
de con más te Hé aquí un motivo de error en la política: no pensar más que en sí y en el momento presente.
LA BRUYERE Selección de Eremita.
quienes escand.
otras Co bien, e sulto el bribd zonzos manife: Respet tad, es que reu virtuos valient Los hipócritas del mal En el salvaje que con las cabelleras de sus enemigos colgadas a la cintura se impone por el terror de su continente trágico, y en la conquistadora mundana que apela a todos los artificios para aumentar el atractivo de sus encantos, palpita una misma e incesante necesidad de subyugar voluntades. Visible en unos, velada en otros, no varia su esencia aunque se modifiquen sus formas.
Para ejercer ese dominio no es indispensable ser, sino parecer.
Quizá en el guerrero célebre que escribe «Memorias. aparezca Tartarín relatando sus aventuras en el Sahara. Es posible que la cortesana esplendorosa deje de serlo para quien conozca los secretos de su tocado. Pero sólo a unos pocos no engañan las exterioridades: hay una infinidad a quienes los deslumbran. Los falsos ídolos siempre han tenido adoradores.
De todos los medios de dominio ninguno tan fecundo en recursos como el mal. Probarlo sería una vulgaridad. El bueno teme al malo.
En el fordo ya lo dijo Edgar Quinet es como si lo amase, pues hará por miedo lo que otros harían por amor. de temer a admirar no hay más que un paso. El origen del culto no fue otro: halagar a los que todo lo pueden.
Si reconocemos que el malo tiene ventaja en la lucha contra el bueno ¿por qué no imitarlo? La proposición es demasiado infame para ser escuchada por los fuertes. Pero los cobardes ceden. La hipocresía del mal sólo en ellos es posible.
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rebelion Alg veces más cri en Lac lisonja, jado en juego, peor de vanidad En El inve descalal papel.
tará, po datoria: inspirad En la sueñan de bray 98 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.