mente, refiriéndose a la historia secreta del wagnerismo, fueron cantantes que llegaron a interesar como artistas dramáticos, y quienes encontraban en el wagnerismo un medio completamente nuevo de producir efecto con poca voz; músicos que aprendieron del maestro de la declamación este principio esencial a la estética de la representación wagneriana: la declamación debe ser tan genial que no deje tomar conciencia de lo que la obra es; músicos de orquesta de teatro que se aburrían antes; compositores que practicaban procedimientos materiales para embriagar o fascinar al auditor y que aprendieron a manejar los efectos de color de la orquesta wagneriana; todas las especies de descontentos, los cuales a cada revolución esperan tener algo que ganar; hombres prontos a entusiasmarse por todo pretendido «progreso. los que se aburrían con la música anterior a Wagner; los que se entusiasman por todo lo que es temerario y audaz; y por último, todos los literatos infecundos que agitan toda especie de obscuras necesidades de reforma y los artistas estériles que admiran y claman por todo lo nuevo que arremete contra todo lo viejo que ellos no contribuyeron a formar.
Es esta clientela cosinopolita e internacional de blasés, de agotados, de eternos temerarios, de adolescentes germánicos, Sigfridos mal coronados, de todas las gentes de teatro, la que ha impuesto en el mundo el teatro de Wagner. Señores, si nos reímos, como corresponde a gentes sensatas, de todas estas sugestiones colectivas y enfermedades endémicas que aparecen de vez en cuando en la historia del espíritu humano, y en el caso presente nos detenemos a comparar con los engrendros dramáticos del gran músico alemán. Otello. Falstaff» y «Mefistófeles. podremos deducir, después de atento examen, lo que es el arte verdadero, podremos admirarlo en las líneas clásicas de las tres insuperables obras italianas, en la lógica de su lineamiento arquitectural, en la realidad de los caracteres, en la transparencia luminosa de su verdad dramática, en las proporciones y equilibrio de su estilo, en los acentos verídicos de sus melodías, en la belleza ponderada de su expresión musical, cualidades todas en que se expresan las tradiciones inmortales del espíritu greco latino, cuyo papel en la historia ha sido llevar al hombre, por la transfiguración ideal de sus pasiones y de la realidad, a un grado siempre más elevado de espiritualidad.
y de humanidad.
Lamentemos sinceramente, señores, que Arrigo Boito, por razones que permanecen hasta hoy impenetrables, renunciase a continuar con su actividad de artista estas tradiciones gloriosas de belleza y de espíritu, y que no se opusiera de modo eficiente, como él pudo hacerlo, a la marea ascendente de la fealdad y de la corrupción que en el arte, como en todas las actividades humanas, había provocado la nefasta influencia alemana en el mundo.
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