la Argentina restituya al Libertador Bolívar el sitio que debe ocupar. Pobre gran héroe desfigurado y calumniado a porfía por Buenos Aires. exclama el doctor Silva. Lo pintan allí como un mero ambicioso, ya que no pueden hacer de él una figura secundaria. Ese ambicioso en su última proclama pronunció estas magníficas palabras, que aparecen esculpidas con razón en el busto de David Angers. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Bolívar penso, como se debe pensar cuando se sirve un ideal, que si la generación de la época no estima los esfuerzos como éstos merecen, la actitud de ella nada decide, porque ni quita energías, ni añade estímulos a quien por su propia voluntad está en el lugar que le corresponde. Sin embargo, no pensó en la infamia póstuma; no penso, en la sistemática deformación que pseudohistoriadores bonaerenses iban a hacer de un hombre tan grande por sí y como útil a la Humanidad. Retirado San Martín de la escena política, no había otro que lo sustituyera con ventaja, sino Bolivar. La parte más honrada, más sana y más patriota de la sociedad argentina, ya sin norte ni guía, formaba los numerosos partidarios del Libertador.
Entre estos elementos principales del partido bolivarista, era cabeza visible el Deán Funes, quien según la autorizada palabra de Dorrego es «el primer defensor de nuestras libertades y el más entusiasta admirador del incomparable mérito del Libertador. Pero la historia parroquial, por labios de Sarmiento, se expresa de este modo. su paso había encontrado «Funes» un hombre grande en la Gloria, en servicios a la independencia, que con influencias sobre la América pretendía oscurecerla (a la Argentina)
y anonadarla: aquel gran hombre y aquella República habían comenzado a odiarse y a perseguirse. El anciano Deán no comprendía nada de estas exclusiones y de aquellas antipatías, y como si aún estuviera en el siglo de oro de la Revolución, cuando se aunaban en un propósito los colonos que residiesen en Charcas, Buenos Aires y Santiago de Chile, aceptaba candorosamente el cargo de agente caracterizado de Bolívar en la República Argentina, y en recompensa la renta de un deanato de Charchas, sustraído por aquél a la Circunscripción de las Provincias Unidas del Río de la Plata; hartos motivos para justificar la decadencia de su influjo en los dominios de la política. Sarmiento. Recuerdos de Provincia. Silva, documentos en mano, destruye el juicio absurdo de Sarmiento, fracaso de la política porteña; porque jamás se odiaron la Argentina y el Libertador: quien odio a éste fué el puerto de Buenos Aires, que vió que Bolívar podía suprimirle sus privilegios sobre las provincias argentinas.
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