mis actos, fué testigo de tantos y tan grandes acontecimientos, llenos de resultados inmensos para nosotros y para el mundo todo, que no puedo pretender haceros de él un cuadro completo. Vosotros, como yo, habéis sido testigos de todo ello. No es tiempo aún de estimar la magnitud de los sucesos que acaban de pasar. Los hombres de las generaciones venideras podrán hacerlo mejor que nosotros, que somos testigos y parte de esos grandes acontecimientos. Parte, empero, de ellos está formada de hechos tangibles e inequívocos que en cierto modo pertenecen a los negocios públicos que debemos tratar.
De esos mismos hechos surge la actitud legislativa y ejecutiva que ante ellos debamos adoptar.
Hace un año habíamos enviado a Europa 145, 918 hombres. De entonces a hoy hemos enviado 1, 950, 513, lo cual equivale a 163, 552 hombres mensualmente. En realidad de verdad en mayo enviamos 245, 951; en junio 278, 760; en julio 307, 182; en agosto 289, 570, y en septiembre 257, 438.
Jamás se verificó un movimiento semejante de tropas a través del océano y a tres mil millas de distancia, en medio de peligros inmensos y desconocidos. sin embargo, a pesar de tantas dificultades, sólo perdimos, a manos del enemigo, 750 hombres, de los cuales 630 iban a bordo de un transporte inglés hundido a la altura de las islas de Orkney.
No hay para qué deciros cuál fué el alma y la base de ese movimiento sin igual. Ese resultado fué efecto de la organización industrial y productiva de la nación, más eficaz, más enérgica y más admirable, sin que sea odioso decirlo, que la de ningún otro beligerante.
Aprovechamos, es cierto, la experiencia y la ciencia de naciones ocupadas durante tres años en un esfuerzo que monopolizaba todas sus energías; pero aprendimos rápidamente y obramos con presteza, y esto justifica el orgullo que sentimos de haber servido al mundo con energía y eficacia no igualadas. No quiero, empero, insistir sobre el estado material y físico de esta hazaña, ni sobre su eficacia, sino más bien en el espíritu de nuestros oficiales, de nuestros soldados y de nuestros marinos, así como en el espíritu de la nación que los respaldaba. Nunca hubo soldados ni marinos más listos para la prueba de la batalla, ni que pasaran esa dura prueba con más espléndido valor o mayor eficacia. Aquellos de nosotros que tuvimos alguna parte en la dirección de la guerra, olvidamos todo eso y nos deleitamos con el recuerdo de lo que hicieron nuestros soldados.
Me enorgullece el ser compatriota de hombres de tánto espíritu y de tánto valor. Los que aquí permanecimos hicimos nuestro deber; pero por mucho tiempo habremos de considerarnos malditos y habremos de inclinarnos avergonzados ante aquellos que lucharon hasta triunfar en St. Mihiel y en Chateau Thierry. El recuerdo de esos triunfos mem Demos graci peso de su es do colgaba cambió el as hacia atrás, si adelante.
Cuatro trales se sinti hoy en liquid He dicho querido lucha trabajo y nue Noble cosa ha donando toda y potencialida incesante, lo hecho de esos en las trinche en las minas, del trabajo los hombres han cumplid decirles que y nuestra ¿Y qué de de su faculta quisieron pre anales de la que el de ig políticos de estos días de deber de jus deleitamos con el re do de lo que hicieron nues Terminad que no habra ni las audaci orden de cos: Vamos a pris mismos sino ayudemos.
Buscamo doméstica. Lejano Orie paz que espe arreglamos 24 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.