3 triunfos memorables acompañará a esos valientes hasta la tumba.
Demos gracias a Dios porque nuestros hombres pusieron todo el peso de su esfuerzo en el momento crítico, cuando la suerte del mundo colgaba en la balanza. La joven fuerza de nuestros soldados cambió el aspecto de la lucha e hizo que el enemigo retrocediera hacia atrás, siempre hacia atrás, sin que le fuera posible dar un paso adelante.
Cuatro meses bastaron para que los jefes de los Imperios Centrales se sintieran plenamente vencidos. Esos mismos Imperios están hoy en liquidación definitiva.
He dicho que cuantos hubimos de permanecer aquí hubiéramos querido luchar al lado de aquellos a quienes sosteníamos con nuestro trabajo y nuestros esfuerzos. No debemos, empero, avergonzarnos.
Noble cosa ha sido permanecer aquí en medio de hombres que, abandonando toda consideración privada, pusieron todas sus capacidades y potencialidades al servicio de una gran causa. La consagración incesante, los constantes sacrificios, el espíritu irreductible, han hecho de esos hombres compañeros dignos de aquellos que lucharon en las trincheras o en el mar. En las fábricas, en los ferrocarriles, en las minas, en los campos, en todas las fases de la industria y del trabajo necesarios para obtener la mayor eficacia de la lucha, los hombres han querido cumplir la parte que les corresponde y la han cumplido. Podemos mirar cara a cara a nuestros soldados y decirles que hicimos cuanto fué necesario para que nuestro ejército y nuestra marina obtuvieran el triunfo. qué decir de nuestras mujeres, de sus capacidades ignoradas, de su facultad de sacrificarse, de la eficacia que lograron en cuanto quisieron proponerse? Con brillo eterno lucirán en la historia los anales de la mujer americana. No podemos rendirles mejor tributo que el de igualarlas a los hombres y darles los mismos derechos políticos de que éstos gozan. Tristemente manchados quedarían estos días de triunfos gloriosos si no cumpliéramos con ese elemental deber de justicia.
Terminada la lucha horrenda, volvamos a la paz; a una paz que no habrán de turbar las ambiciones de monarcas irresponsables ni las audacias de camarillas militares. Preparémonos para un nuevo orden de cosas en que habrán de reinar la justicia y la equidad.
Vamos a principiar la organización de esa paz no sólo para nosotros mismos sino para aquellos pueblos que quieran permitir que les ayudemos.
Buscamos la justicia internacional, y no solamente la seguridad doméstica. Hemos pensado últimamente en Europa, en Africa, en el Lejano Oriente; pero no hemos pensado en actos de justicia y de paz que esperan ser cumplidos a nuestras propias puertas. Así como arreglamos nuestras relaciones con el resto del mundo, es de 25 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.