bajo la los cua :0 conced bajo la 19 Goyce Yucatán de «gente rica» le ha discernido, por el prurito de hacer semidioses necesarios para llenar el olimpo de próceres de «papier maché»
que estamos creando.
Fundimos águilas, leones y tirsos de laureles para engalanar los plintos donde se alzan las figuras con que se quiere perpetuar a los desconocidos del futuro, y entre tanto en Buenos Aires las cenizas del General Paz están tiradas en el rincón de un cementerio; Moreno y Pueyrredón aguardan desde hace un siglo sus monumentos; Güemes recién va mereciendo algún testimonio admirativo de aquellos por quienes realizó una epopeya de centauros sobre los flancos de Aconquija y del Famatina; los caudillos del interior, los verdaderos constitutores de la Patria, yacen olvidados de las generaciones por las cuales alguna vez penetraron de «usutas» a los cabildos por no gastar zapatos, con cuyo importe comprarían el sable o el fusil con que iban a armar a un ciudadano que triunfaría en Ituzaingó y en Montevideo; la Convención constituyente del cincuenta y cuatro no tiene siquiera una inscripción que diga lu que ella representa; Avellaneda no tiene aún su mármol; y, por fin, hace ya muchos días que el tiempo el gran justiciero se ha encargado de descubrir la tumba de Alberdi porque ninguno de sus conciudadanos se atrevía a descorrer el velo que la ocultaba.
Cuando los hombres del futuro consideren este procedimiento «sui generis» de generaciones que hoy vocean su patriotismo a cada amago bélico que les hace cualquier vecino inquieto que viste poncho para hacer el gaucho malo, y que, sin embargo, olvidan el honrar a los que merecen ser honrados, han de arrasar de un solo golpe con esa estatuaria de celebridades de bazar como llenamos en el presente los receptáculos de nuestra satisfacción.
Una estatua debe ser siempre una suprema lección. La Gran Na.
turaleza, que guarda en su todo magníficas enseñanzas, puso el metal heroico y el granito triunfal en las eminencias de las montañas.
Para simbolizar lo que ellos representan, hizo color de mármol las calvas de las cordilleras y le fundió al águila un plumaje de bronce.
Luego, las colocó entre el azul del espacio. Los grandes hombres tienen del espacio la inmensidad del alma y lo infinito del cerebro.
Violar esa ley es rebajarla: confundir un grajo con un cóndor, una personalidad de barranco con la que confunde su cabeza con las últimas eminencias del espíritu, es algo que sólo tuvo su explicación lógica y racional cuando a las puertas de Roma decrépita y venal iban a amarrar sus caballos los bárbaros de occidente.
Este mismo fenómeno se produce hoy entre nosotros, pueblo joven, casi sin historia y sin hombres superiores, que aspira a hacerse sabio ya que no con el tiempo, con la experiencia y la grandeza de sus hijos. Miramos desde muy cerca a las personalidades, las juzgamos prematuramente, vemos un genio donde sólo hubo un buen hombre y hacemos hervir las retortas y chispear el mármol TC las Año mente queño pañer saludo grata sibles.
P: reflex causa nomb tro CC afirm que turas traba brado cho, much Esos de e no ya dad, detra rend: rán porq lo qy ras Fran dos ilust 426 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.