son entonces los únicos reconocidos por señores de la época, y la admiración pública cae como aturdida ante los favoritos del poder o de la fortuna. Poco o nada se le daba de aquello, pues solía decir. qué útil hay en todo eso? Siguió por lo tanto impertérrito su camino: parecíale a veces que era la bíblica voz que clama en el desierto, pero no experimentaba siquiera amargura ante la falta de eco y no tenía por desdichada su suerte, pues su esfuerzo respondía a un imperativo categórico de su razón, al cumplimiento de un deber que su conciencia le trazaba, y eso le bastaba: no había menester más. Posiblemente, si sus coetáneos hubieran sido más rectos apreciadores de su esfuerzo, el ambiente le habría multiplicado sus favores y estimulado su producción, con la prosperidad y ligereza con que va una nave con muy buen viento en popa y con bonanza: cabe suponerlo; pero aquella falta de resonancia en el medio en que vivía no le perturbaba mayormente, pues tenía fe profunda en el porvenir, y en el silencio de su gabinete parecíale oir vagamente el zumbido de las campanas de los venideros, al repetir el eco de su obra y de su esfuerzo; por eso proseguía imperturable en la realización de su tarea. su fallecimiento el coro de alabanzas ha dicho maravillas de él. de los muertos decían los antiguos nada sino bueno. y de ahí que se cante su loor en los oídos de todos y le nombren gloria de su linaje y pase con clara y eterna voz su memoria; muy justificado es todo esto: pero quizá habría sido más equitativo que parte de ese hervor elogioso hubiera, en vida, aleatado al infatigable trabajador intelectual, enardeciéndole el pecho y haciéndole crecer las alas del deseo para volar. Verdad es que, una vez desaparecido, ya no puede a nadie ennegrecerle el aire y enlutarle el sol: pasado ese peligro que, para muchos, es obsesión constan te entonces el elogio es siempre fácil: pero triste es que así suceda, porque en el fondo apoca y estrecha el ánimo comportación semejante.
Desplegó Bunge una actividad febril y manifiesta durante su vida: no sólo ha sido variada y honda su producción intelectual y ha podido asi herir en la voluntad y prender el amor de sus lectores, sino que su acción de profesor ha hecho que su palabra influya en la orientación de muchos de los que, durante tantos años, pasaron por el aula de su cátedra; y como magistrado y representante de la acción pública, ha contribuído con todas sus fuerzas largamente a que la ley penal fuera aplicada con criterio humano y como expresión del estado social del momento, vivificando la letra, a las veces aparentemente muerta, del texto de los códigos. Magistrado, profesor y escritor, dábanse recíprocamente el complemento de su perfección esas tres fases de su actividad mental, prestándose a cierra ojos cualidades y rasgos característicos: la ecuanimidad del magistrado se reflejaba en el 417 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.