La universidad, no la escuela, fué la primera institución que encarnó un ideal educacional susceptible de organización. Sin duda debemos agradecer a la universidad el haber dado a la educación un valor visible y concreto; pero el mismo brillo que sus actividades adquirieron, el aparato con que se revistieron sus actos externos, el prestigio social que irradiaba en sus doctores y graduados, cristalizó prematuramente el concepto de la educación.
La educación universitaria fué la educación por excelencia; y esa interpretación contaminó las instituciones que sucesivamente fueron constituyéndose como antecámaras de la universidad. Estas antecámaras fueron el colegio primero y la escuela después, instituciones que no fueron, que no podían ser otra cosa que peldaños para llegar a la meta ansiada. La finalidad universitaria, los métodos, los criterios de suficiencia, fueron necesariamente fines, métodos y criterios de toda educación, esta finalidad universitaria. cuál es? La de impartir una instrucción específica, limitada a la preparación de unas cuantas carreras profesionales. Es curioso que en medio del colosal despertar de las ciencias, del desdoblamiento y multiplicación de los intereses intelectuales, de la división del trabajo especulativo y de investigación, la universidad de hoy continúe siendo en muchos países la universidad de ayer, una escuela de artes y oficios, en suma; altas artes y nobles oficios, sin duda, como son los del médico, del abogado, del ingeniero, del profesor, pero que por su finalidad utilitaria rebajan la dignidad de la educación y estorban u obscurecen el reconocimiento por el cual es posible realizar el perfeccionamiento psíquico y social a que hemos aludido al comenzar este trabajo (1. Las más famosas universidades no responden ya desde hace muchos años al tipo que aquí se presenta. El Colegio de Francia, el Museo de Historia Natural, el Conservatorio de Artes y Oficios de Paris, para no hablar sino de lo que conozco, son institutos de alta enseñanza universitaria que no imparten instrucción profesional de ninguna clase: no existen en ellos ni matrículas ni exámenes ni titulos, ni siquiera programas oficiales.
Pero, hay que decirlo inmediatamente, sus aulas y laboratorios parecen desiertos cuando se les compara con los de los institutos profesionales propiamente dichos: Escuela de Medicina, Escuela de Derecho, Escuela 403 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.