Democracy

un advenedizo judío francés, había tramado el negocio judaico de Panamá, y con los que estuvieron listos para atrapar los cuarenta millones de dólares, de la compra ilegal y fraudulenta que se intentaba hacer de la concesión de Colombia a la Compañía francesa constructora del canal intermarino.
En la época a que me refiero no se conocía ya fuera de los compañeros de Roosevelt, un solo enemigo respetable o sincero de Colombia. La Legación estaba rodeada de consideraciones y respetos y era consultada aun sobre puntos de derecho interno por altos personajes del Congreso. La deferencia amistosa del ilustre y sabio Presidente, señor Taft, es uno de los más honrosos recuerdos de mi vida pública. Jamás como entonces se adelantaron tan felizmente las negociaciones.
Disculpa el señor Wilson al Coronel Roosevelt diciendo que en todo caso su conducta relativa a Panamá «fué un acto político que se debe juzgar sólo por sus resultados y circunstancias. esta doctrina, que es la repulsión arriesgada de los principios y reglas de moralidad en que descansa la organización de la sociedad, le opondré, por el momento, dos observaciones: El Presidente de los Estados Unidos no es llamado a establecer sistemas políticos. El derecho a fijar la política nacional corresponde al Poder Legislativo por ministerio de las institucio.
nes federales. No quisieron los Estados Unidos dar semejante poder al Jefe de la Nación y el pueblo se reservó ese derecho para mantener así el principio directivo y fundamental del gobierno propio, que reposa en el fondo de su grandeza. Dar a la opinión personal del Presidente el valor y carácter trascendental e imperativo de una doctrina fija e invariable, equivaldría a declarar que hay algo superior a las leyes, que prevalece sobre los principios, las tradiciones y el destino de la Gran República, a los cuales va atada la responsabilidad histórica de cien millones de ciudadanos. Los Estados Unidos no serían ya aquella democracia puritana destinada a ser el asilo de la justicia y la libertad, patria de Lincoln, de Taft y de Wilson, como de Washington y Jefferson, sino una autocracia oriental y rooseveltista.
Tales son los principios de gobierno propio y soberanía popular firmemente sostenida por el pueblo de los Estados Unidos, que ha vinculado a ellos su suerte. No serán los Sylas modernos, disfrazados con su gloria, los que puedan darle el destino de la antigua Roma.
24. La doctrina de las dos morales. una para la vida privada y otra para la vida política es la llamada doctrina de las probalidades y que se concreta en la máxima bizantina citada por Mohsein y por 363 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.