un advenedi Panamá, y millones de tentaba hace cesa constru En la compañeros de Colombia respetos y por altos ilustre y sal recuerdos de tan felizmen bación de varios Ministros y del Decano del Cuerpo Diplomático, que me hicieron el honor de acompañarme a Nueva York. Ellos deseaban presenciar aquella sesión, que podía resultar, como resultó, un acontecimiento histórico.
Presentéme en el salón a la hora señalada. Terminado el hermoso discurso del señor Carnegie, el inmenso auditorio gritó. Roosevelt! la tribuna Roosevelt. Este se había excusado por diez minutos. Terminado el segundo discurso, repitiose la voz imperiosa y general de. Roosevelt! la tribunal»
El Presidente recibió y leyó entonces la sorprendente excusa del Coronel a asistir a la sesión.
La indignación de los hombres parece superar a veces la acción colérica de la naturaleza. Lo que allí pasó es indescriptible. Un solo grito de protesta llenó el salón; de protesta firme, de pundonor y de vergüenza. Hail Colombia. fué la voz dominante de una intencionada y generosa ovación a Colombia, que puso término a la sesión. El busto del Coronel fué retirado de la galería, en donde la antigua simpatía del Club lo había colocado. Al día siguiente recibí una nota del Club, excepcional y de la más alta significación. La conservo como un valioso título de honor y como un documento histórico de la mayor importancia.
Faltó, pues, valor al señor Roosevelt para renovar sus cargos y sus insultos en presencia del Ministro de Colombia, que acudió a aquella cita de honor dada por quien podía darla, para que el pueblo de los Estados Unidos pudiera fallar sobre la conducta de su Gobierno en 1903.
Permítame, pues, el distinguido señor Wilson negarle el derecho a declarar, como lo declara con desenfado, que la conducta del señor Roosevelt está justificada. Al contrario está ruidosa y enérgicamente condenada por jueces irrecusables e intachables.
Ciertamente, poco o nada importa a los rooseveltistas, como lo dice el señor Wilson, lo que pensemos los colombianos. Debe entonces meditar y respetar lo que en altas voces dicen sus mejores compatriotas. si se deseara aumentar el número, ya que no es posible aumentar la respetabilidad de los que no justifican al Coronel, le presentaría, entre otros, los mil y tantos miembros del «Commercial Congress» de Washington, cuya intencionada ovación al Ministro de Colombia, pocos días después de la del Club Republicano, fué tan expresiva y valiosa que de ella dijo públicamente el ilustre diplomático General Foster. Su Excelencia debe sentirse muy orgulloso, porque esta manifestación no se le ha hecho aquí a ninguna Nación de la tierra, sin embargo, un año antes se contaban con los dedos los partidarios de Colombia en los Estados Unidos. El pueblo de esta Nación estaba sugestionado engañado, perversamente engañado por el Coronel Roosevelt, por el puñado de aventureros que, con Disculpa que en todo político que tancias. esta pios y regla la sociedad, 14. El tablecer sist corresponde nes federale: al Jefe de ner así el pri reposa en el del Presiden una doctrina superior a la ciones y el la responsab Estados Uni a ser el as de Taft y autocracia o Tales so pular firmem que ha vinc disfrazados antigua Ron 24. La otra para la y que se con. 362 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.