El concepto más extraño y más grave del escrito del señor Wilson, el más contrario a la dignidad del pueblo americano, de Colombia y de los hombres más justos y eminentes de los Estados Unidos, es el siguiente. Dejemos que los colombianos piensen lo que quieran de la política final del Presidente Roosevelt, la cual, bien lo sabemos, está «tan justificada por la conducta de Colombia que no tenemos por qué pedir excusas. El señor Wilson me obliga a traer de nuevo ante un Tribunal de honor al «justificado» y ruidoso Coronel.
Durante quince años, este horebre, que no conoce respetos ni miramientos de ninguna clase, ha insultado, vilipendiado y calumniado a Colombia en lenguaje truculento, en Mensajes Presidenciales y en escritos que no tienen par en la historia del Gobierno de las naciones. Por último, escandalizó a la juventud universitaria con un gracejo desconcertante e indecoroso, por el cual declino sobre su patria la responsabilidad del acto suyo, con estas palabras «I took the zone. Yo me cogí la zona. La Legación a mi cargo presentó inmediatamente la debida protesta contra la conducta, antes subrepticia y entonces ostentosa, del ex Presidente de los Estados Unidos, y declaré que Colombia se consideraba redimida del deber de presentar otras pruebas sobre la hasta entonces negada participación del Presidente Roosevelt en la conspiración traidora de la guarnición de Panamá.
Conmovida y celosa la opinión pública, que en los Estados Unidos es una entidad real y poderosa, el Club Republicano de Nueva York, asociación respetabilisima que representa aquella opinión por el número y la importancia de sus socios hombres de Estado, publicistas, banqueros, presidentes de sociedades financieras. reyes» de los ferrocarriles, etc. etc. resolvió allá, privada y patrióticamente, enfrentar al Coronel Roosevelt con el Ministro de Colombia en presencia del pueblo americano, y en una sesión solemne y trascendental, resolución que yo ignoraba. El pueblo quería oir a las dos partes para saber a qué atenerse. Aquello era el duelo a muerte de las dos causas.
Invitado oportunamente por el Club a «hablar sobre arbitraje en una de sus sesiones literarias. en la cual hablarían los señores Carnegie, Conde de Bernstorf, creo que Lord Brice, el señor de la Barra, etc. me vi obligado a excusarme por atender a ciertos deberes de mi cargo. Pero el Club insistió en nota apremiante ofreciéndome galantemente la especial hospitalidad del Club, y manifestándome que podía hablar o no, según conviniera, y que ocuparían la tribuna los señores ya nombrados y el Coronel Roosevelt.
Acepté en el acto de modo muy significativo y con la apro361 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.