ojos: tuerce usted el camino; tropieza usted más allá con una mascarada de calaveras del gran mundo: echa usted por otro lado; allí topa usted con la misma gente haciendo cuadros plásticos y animados acertijos: cambia usted de rumbo; aquí asaltos, en el otro lado conciertos. pues a la otra acera. Ni usted apedrea a los que bailan, ni apostrofa a los que jiran, ni se ríe de los que se descoyuntan para remedar a Cristo en la agonía, ni silba a los que reciben una sorpresa, anunciada quince días antes, ni influye con el Gobernador para que meta en la cárcel a toda esa gente: limítase a huir de lo que le aburre, y a hacer lo que más le divierte o menos le incomoda. No haría otra cosa un santo.
Pero es el caso que los señores tolerantes no se conforman con esto, y quieren que les diga usted por qué no concurre a los bailes, y a las jiras, y a los cuadros vivos, y a los asaltos. y aquí está el intríngulis precisamente; y si estos RASGUÑOS que trazo no fueran, como he dicho, un inocente desahogo entre nosotros dos, y en reserva, me atrevería a llamar la atención del lector hacia el aparente fenómeno, cuya explicación es sencillísima, por lo cual no es fenómeno, aunque por tal le toman algunos.
Cuando a usted se le pregunta por qué no piensa como su vecino sobre determinados puntos de trascendencia, a buen seguro que se le ocurra a nadie que oiga la respuesta, agarrarse a ella para llamarle a usted intolerante; pero que se le pregunte por qué no baila, por qué no jira, etc. etc. y no bien ha contestado usted, ya tiene encima el Inri de la intolerancia. por qué en este caso y en el otro no? Porque no está el intríngulis en la persona, ni en sus razones, ni en el modo de exponerlas, sino en la cosa de que se trata, que, muy a menudo, es, de por sí, ridícula, o impertinente, o pueril cuando menos, y no resiste, sin deshacerse entre las manos, el análisis de un hombre de seso; al cual hombre, no pudiendo replicársele en buena justicia, en venganza se le pone un mote.
Por eso llevan el de intolerantes tantos caracteres dóciles, y creen poner una pica en Flandes, y hasta se llaman guapos chicos y excelentes sujetos en la sociedad, los que en ella entran con todas, como la romana del diablo, menos con el sentido común. Quod erat demonstrandum. pesar de ello, y aun de la mucha saliva que al propio asunto hemos consagrado en nuestras conversaciones verbales, júzgole apenas desflorado. Cuánto me queda todavía que oir de los inofensivos labios de usted!
Entre tanto, y dicho lo dicho, despidámonos por hoy, con la íntima satisfacción, bien añeja en nosotros, de haber pasado juntos, en espíritu, un agradable rato, sin murmurar de nadie ni ofender al prójimo con hechos, con dichos ni con deseos.
Esbozos y Rasguños. DE PEREDA 335 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.