Pues, hombre. responde usted con entera ingenuidad, porque no se puede sufrir aquello. Lo dice usted por esos chicos. Cabal. Bah. se ahoga usted en poca agua. Por lo visto, ja usted le divierten. Hombre, tanto como eso, no; pero no me incomodan. Pues a mí, sí. Porque, con franqueza, amigo: es usted ¡muy intolerante. Vea usted qué jurisprudencia tan peregrina! Le echan a us.
ted de casa; ni mata usted ni encarcela a los invasores; se larga usted a la calle sin desplegar los labios, y distrae usted su fastidio brujuleando por donde mejor le parece, probablemente en paz y en gracia de Dios; hay quien halla tolerables las causas de este cambio forzoso de vida, ique ya es tolerar! y, al propio tiempo, no tolera que usted diga que huye de ellas porque no las puede resistir. Y, sin embargo, usted es el intolerante, y no los que con cuatro majaderías quieren imponerse a cuarenta personas serias, ni los que se escandalizan de que alguien halle insoportable la imposición!
Trátase ahora de un embustero, que un día y otro día le abruma a usted con narraciones autobiográficas, sin principio ni fin, como la eternidad de Dios; pero muy punteadas, muy comeadas y con más espacios que un libro de malos versos. Oye usted una historia, y dos, y tres, ya con mala cara; pero, al fin, se acaba la paciencia, y un día interrumpe usted al sujeto de los a propósitos, y le dice. Mire usted, hombre; en primer lugar, la mayor parte de lo que usted me cuenta se lo he contado yo a usted en cuatro palabras; en segundo lugar, le sucedió a un condiscípulo mío en Oviedo, y no a un amigo de usted en Zaragoza; en tercer lugar, no pasó como usted lo refiere, sino del modo contrario: mi condiscípulo no adquirió una capa aquella noche, sino que perdió la que llevaba, y, además, el juicio, con costas, a los pocos días. Pues lo mismo da. Justo: media vuelta a la derecha es lo mismo que media vuelta a la izquierda, sólo que es todo lo contrario. Caramba, es usted lo más intolerante. No se puede hablar con usted. Todavía le parece poco, al ángel de Dios, la tolerancia que se ha tenido con él!
Media docena de mujeres, o menos, si a usted le parecen muchas seis, se pasan una tarde entera desollando con la lengua al lucero del alba. Eso sí, con las mejores formas y la intención más santa!
De una dirán que es un dolor que, siendo tan bonita, sea tan charra 333 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.