decir en contra nuestra es que si hubiéramos tenido la ocurrencia de haber, otorgado a las colonias un régimen de autonomía, o si hubiésemos sabido captarnos el amor o la admiración o siquiera el temor de las colonias, acaso las habríamos conservado. Pues bien; al consumarse la catástrofe, se levanta don Joaquín Costa y dice. Doble llave al sepulcro del Cid para que no vuelva a cabalgar. y Don Miguel de Unamuno exclama. Robinson ha vencido a Don Quijote. Es decir, lo primero que se ocurrió a nuestros pensadores más eminentes es que habíamos realizado una quijotada, una imprudencia, una aventura extemporánea, por la que teníamos que pagar, en penitencia, con nuestras colonias, cuando lo que en realidad había acontecido es que habíamos tenido que pelear, muy contra nuestro gusto, una doble guerra colonial, y nuestro pecado había consistido, no en hacer cosas aventuradas, sino, al contrario, en no hacerlas, en no haber prevenido las guerras con las reformas pertinentes al caso.
Creo que el señor Costa no repetiría su frase, si pudiese resucitar, y estoy cierto de que el señor Unamuno no volvería a decir la suya. El año de 1898 marca el comienzo de una cierta agitación espiritual, a la que ha sucedido considerable actividad económica, que pueden ser la base de una total regeneración de la vida española, si se las continúa y vigoriza. Esta agitación espiritual nos ha permitido ver a España con ojos distintos y probablemente más perspicaces. Ya no vemos a España como a un pueblo de locos y de imprudentes, sino al contrario, como a un pueblo cauteloso, donde no se hacen ni la tercera parte de las cosas que podrían hacerse. Ya esto atribuyo, en buena parte, cierta reacción, ya evidente, en nuestro modo de apreciar la influencia espiritual ejercida por el Quijote, reacción que me cupo la suerte y la desgracia de iniciar, pero que después he visto confirmada por la primera autoridad científica española, don Santiago Ramón y Cajal, en el estudio que dedicó al Quijote, al celebrarse, en 1905, el tercer centenario de su publicación. Permitidme reproducir sus juicios. Ah! si el infortunado soldado de Lepanto, caído y mutilado en el primer 327 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.