desventuras horribles, de aquellos encantamientos que se llamaron Rocroi, la insurrección de Nápoles, el levantamiento de Cataluña, la autonomía de Portugal, la emancipación de los Países Bajos. Os imagináis a los soldados de los ejércitos españoles, muertos de hambre y desnudez, leyendo el Quijote en tierras de Flandes o de Italia. Qué buscaban en sus páginas, sino ese profundo deseo de reposo y de vuelta a la casa solariega de la patria, que no se atrevían a confesar, porque eran vencedores, pero que sentían en el fondo de su alma con vehemencia aún mayor que su silencio?
No fuimos lo bastante poderosos para impedir que la Cristiandad se dispersara y para evitar que al Reino de Dios, con que nosotros soñábamos, sucediera el Reino del Hombre, que poco después proclamó en Inglaterra Lord Bacon. Es posible que el sueño nuestro no fuera realizable entonces, pero no tenemos para qué avergonzarnos de haberlo concebido, aunque sí tengamos que dolernos de la excesiva sangre que derramamos al intentar realizarlo. Fué un gran sueño el nuestro y lo persiguieron nuestros padres con energía de héroes, hasta que lo aventaron las tempestades que en los mares del Norte deshicieron las formaciones de la Armada Invencible.
Al concluir nuestro siglo de gloria, España necesitaba descansar, y con Quijote y sin Quijote habría descansado de todos modos. Pero nadie que conozca bien a España puede desconocer el imperio que ejerce sobre nuestro espíritu popular la filosofía del Quijote. Que no hay que ser Quijotes, que no hay que meterse en aventuras, que hay que dejarse de libros de caballería, que al que se mete a redentor lo crucifican; son máximas que la sabiduría popular española no deja apartar nunca de sus labios, y que constituyen la sustarcia del ambiente en que nos hemos formado la inmensa mayoría de los españoles.
Esta filosotia estaba muy en su punto en el año 1605, y ello justifica el éxito moral de la novela de Cervantes, aparte de sus méritos literarios. Los españoles de entonces 325 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.