completado la liberación del territorio nacional contra un enemigo que durante ocho siglos lo había ocupado, había realizado la unidad nacional, había expulsado a moros y a judíos, llevado a término la epopeya de descubrir, conquistar y poblar las Américas, a costa de su propia despoblación, paseado sus banderas victoriosas por Flandes, por Alemania, por Italia, por Francia, por Grecia, por Berbería. De cada hogar español había salido un monje o un soldado, cuando no un monje y un soldado a la vez. Santa Teresa de Jesús, por ejemplo, había visto salir de su casa a siete u ocho hermanos, y, gran lectora de libros de caballerías, había soñado también con recorrer países extraños. Todo el siglo xvi fué para España un estallido de energía. qué energía! Recordad los nombres de los primeros circumnavengantes; los de los conquistadores; evocad la memoria del Cardenal Cisneros, de Ignacio de Loyola, de Santa Teresa; no olvidéis los nombres de Torquemada, de Felipe II y del Duque de Alba, porque como ejemplos de energía, son tan eminentes como cualesquiera otros. Acompañad a nuestros tercios en sus cien campañas victoriosas; seguidles cuando van con Carlos y llegan a Wittemberg, y, al pasar por la tumba de Lutero, sienten el anhelo de desenterrar, para quemarlos, los restos del hombre maléfico que había roto la unidad de la Cristiandad. Recordad de nuevo que en la batalla de Lepanto España había salvado del turco la Europa Occidental.
Pensad ahora en que el móvil de aquel incesante batallar era puro y generoso. Los españoles se daban cuenta clara de que aquellas campañas les estaban arruinando; ahí están las cartas de Felipe II, cuando era Príncipe Regente de España, a su padre el Emperador, en las que decía que la pobreza de las tierras españolas no consentía que se les gravase con impuestos tan altos como los que podían soportar las tierras más ricas del Centro de Europa. Esto mismo repiten, incansables, las peticiones de las Cortes de Castilla. Y, a pesar de todo, Felipe sigue, al subir al trono, la política trazada por 323 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.