ción suscita entre los lectores el sentimiento del ridículo, padre de la risa, y ya entonces todo cuanto nos dice el personaje de grande y de noble y de eternamente hermoso sobre el heroísmo militar y la misión de los caballeros y los amores y el valor de aquellos castellanos como Gonzalo de Guzmán y Juan de Merlo y Alfarán de Vivero y Gutierre Quijada, que, en siglo anterior al de Cervantes, se fueron a los reinos extranjeros a hacer armas con el solo objeto de «ganar honra y prez con cualquier caballero que quisiera medirselas, suena a música lejana, lejana y peligrosa, puesto que lleva a las malandanzas que acontecen a Don Quijote en todo el curso de sus correrías. entonces nuestro espíritu, por lo común prudente y cauteloso, no se limita a condenar los libros de caballería, que trastornaron la cabeza del ingenioso hidalgo, sino que la condenación alcanza al ideal que los inspira, y aun a todo ideal, en cuanto que no hay ideal, fuera de la aspiración de limitarnos a una vida vegetativa, que no sea estímulo de aventura y de acción.
Hé aquí la causa de que las mejores páginas que se han dedicado al Quijote las hayan escrito hombres que también soñaron con una vida de acción, pero que se decidieron, al fin, a vivir tranquilos en sus casas; románticos desengañados que soñaron mucho, pero que no realizaron gran cosa. Turgueneff, el ruso, concibió al leerlo el pensamiento de dividir los caracteres idealistas en dos clases, que personificaba en don Quijote y en Hamlet: llamó quijotescos a los hombres cuyos ideales los empujan al sacrificio, y hamletianos a aquellos otros en quienes los ideales se resuelven en dudas.
Cuando Turgueneff escribía estas páginas, sus compatriotas, sus camaradas de ilusiones revolucionarias, derramaban en Rusia su sangre por derrocar la autocracia y establecer el imperio del «bien sobre la tierra. Pero Turgueneff permaneció en París, componiendo tranquilamente sus novelas, y amó el Quijote porque las desventuras de su protagonista le brindaban pretexto 321 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.