Cervan siasmo cinea EI héroe a ella; el que ac soplot tro es acción; los res así jotes, actitud se reali Shakes vida y miento y un desengaño y un ansia de sosiego, en el que nuestras ilusiones se nos caen y hasta las alas se nos encogen y las piernas se nos doblan y nuestras nobles ansias de ejecutar «el bien de la tierra. con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas. se nos desvanecen de la mente, y nos figuramos que hasta los chiquillos de las calles se van a reir de nuestros empeños quijotescos, y se nos entra un temor al ridículo, que paraliza nuestros movimientos, porque no queremos que los demás rían en nosotros lo que nosotros reímos en Don Quijote de la Mancha.
No son absolutamente esenciales ni en el Quijote ni en el Hamlet sus episodios amorosos. El Quijote y el Hamlet serían aún posibles sin Dulcinea y sin Ofelia.
Pero ¿qué sentimientos respecto del amor nos sugieren en sus obras capitales esos grandes poetas que se llamaron Shakespeare y Cervantes? Desde que Ofelia aparece en escena, realiza con su sola presencia el eterno ideal femenino: es dulce, casta, débil, sencilla, enamorada, misteriosa y distante; es superior a Hamlet, es el mismo Paraíso que por gracia divina se hace accesible a Hamlet en la tierra, con tal de que lo gane con su valor y con su fe.
Pero el héroe, en vez de conquistárselo, lo mata con sus dudas. Don Quijote lleva en su pecho tesoros que le sobran de valor y de fe, y en cambio su ideal, Dulcinea del Toboso, no es en realidad sino zafia aldeana que responde a las frases exquisitas de su galán heroico con vocablos.
de cuadra. Aína qué. agüelo! jamiguita soy yo de oir resquebrajos. El desgraciado Don Quijote no otorga crédito a sus ojos suponiendo que un maligno encantador ha puesto en ellos nubes y cataratas. y para sólo ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre. y prefiere creer a Sancho, el malicioso, cuando le dice que los encantadores han trocado en Dulcinea «sus cabellos de oro purísimo en cerdas de cola de buey bermejo. así, el romanticismo lujuriante de Shakespeare da por realizado el ideal femenino y nos mueve a merecerlo y conquistarlo, mientras el realismo profundo de Cervan y fraca: soldado descans cientem contra de Han brado.
orden!
Don cielo, es en ella guardad rosos Tale produci: Cuando ciencia fermento vela ala yor imp 296 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.