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modo a amenazar el equilibrio del hombre civilizado. En el teatro, nuestras emociones son alimentadas con las situaciones presentadas por el amor, la guerra, la diplomacia, el crimen, las aventuras, la política. El instinto de huir, suprimido en la vida real desde la niñez, hace que nos mantengamos en suspenso sin aliento ante la representación cinematográfica del animal o del hombre perseguido. El instinto maternal se excita con la representación del niño abandonado, la víctima desamparada, el héroe herido.
La bien urdida trama de la novela o del drama es un desafío al instinto de la curiosidad, como un acertijo o un enigma.
El espíritu de combate jamás es olvidado; pues, como dice el Presidente Hall. Cada drama o romance culmina en un conflicto que concluye en el triunfo de una fuerza o persona y la derrota de otra, y el interés de todo ello es que el conflicto es más intenso en las cuestiones más claramente expuestas y palpables que en la vida real en torno de nosotros. Hay signos de que la sociedad, que ha sido ya convertida a la política de proveer juegos, puede ser todavía inducida a hacer algo por la música y el arte. Bandas y orquestas municipales no son infrecuentes, y el horror puritano al teatro casi ha desaparecido. Los educadores reconocen el poder socializador del buen drama, y un escenario hay siempre en los nuevos edificios escolares. Las agencias sociales toman siempre interés en producir buenas representaciones, y los centros sociales públicos pueden anular las malas tendencias del teatro comercial.
Tal vez dentro de medio siglo será una cosa natural para la comunidad sostener campos públicos de asueto, lugares de recreación y teatros, como es hoy una cosa natural sostener escuelas públicas. Pues si es conveniente que la sociedad cuide de nutrir el intelecto. por qué no ha de serlo igualmente que establezca agencias que tiendan a preservar el equilibrio entre los deseos primitivos y los sentimientos humanos y sociales. Tomado de La Reforma Social, que dirige en Nueva York don Orestes Ferrara. Mr. Lloyd George, Presidente del Consejo de Ministros de la Gran Bretaña, después de consultar con los jefes del partido obrero, con los representantes de los dominios independientes del Imperio Británico, con Mr. Asquith y con Lord Grey, definió en de Enero del corriente año (1918) los fines de la Gran Bretaña en esta guerra: Aquello por lo cual no estamos combatiendo. No estamos haciendo una guerra de agresión contra el pueblo alemán.
Desde el primer día de la guerra hasta el día de hoy la destrucción o disrupción de Alemania o del pueblo alemán no ha sido nunca para nosotros un fin de la guerra. Ni estamos com255 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.