a a fesiones ofrecen la excitación de la variedad y la incertidumbre, ponen tensión intermitente en la atención, y plantean problemas que estimulan la curiosidad y el instinto del trabajo. diferencia del hacedor de la quincuagésima parte de un alfiler, el profesional siente la alegría que produce el seguir un trabajo hasta su fin anticipado.
Es lástima que nadie haya disecado metódicameute las ocupaciones para determinar cuánto nos gustan por instinto, cuánto por interés transferido, y cuánto nos repugnan. Un investigador descubriría sin duda sorprendentes contrastes. Los niños rechazan las profesiones sin miramiento alguno a su productividad, y la ingenua ambición del muchacho a ser un explorador, un rastreador, un auriga, o un maquinista de locomotora suministra un rasgo de la reacción del yo primitivo. Al mismo tiempo, este yo aparece ser perspicaz en descubrir en situaciones que parecen muertas material para emociones vivas. La misma prehecha creencia que en la infancia transforma alegres muchachos en osos e indios, salva a muchos de nosotros de convertirnos en meros autómatas en profesiones archiespecializadas La creciente pobreza de los modernos empleos en elementos que estimulen los instintos, es la causa del asombroso desarrollo en nuestro tiempo de la pasión de recreación. Lo que el deteriorado trabajador codicia no es descanso; si no. por qué no pasa su día de fiesta haraganeando en su casa? Ni es cambio de actividad lo que el ansia; si no. por qué el empleado de hotel no es en sus vacaciones estivador, el médico carromatero o mudador de pianos? Si es descanso lo que él desea. por qué el cansado trabajador con el cerebro no pasa sus vacaciones de verano en el gimnasio, en el juego de bolas, o en el tiro al blanco? No, lo que aflige al esclavo del escritorio y del reloj, del cliente y del marchante, es lo que duele al caballo pateando en su pesebre, al lobo paseándose inquieto en su jaula. Necesita algo que alimente sus hambrientos instintos. De aquí que la gran receta para recreación sea. VUELTA LA NATURALEZA laonaturaleza cruda, tan rica en cosas simples y racialmente familiares. En un viaje a la selva, el novicio piensa que son las grandes cosas salientes las que le hacen bien, remar, nadar, pescar o tirar.
El hecho es que su mayor bien viene de un gran número de pequeñas cosas que él apenas nota, pero que entran en su espíritu subconsciente. Tales son los montes vestidos de verde, los agitados mares de verdura, el rayo del sol sobre las hojas movidas por la brisa y en las rizadas aguas, el mágico espejo de los lagos tranquilos, el susurro en la copa de los pinos, la danza de las sombras del sol cayendo a través del follaje, la provocación de senderos precipitosos, el sentido de pequeñas criaturas sedosas atisbando en torno de uno. El denso bosque, la sombra y raros ruidos nocturnos, despiertan el yo primitivo en nosotros, lo bastante para proporcionarnos un delicioso estremecimiento. El hecho de que después de una 247 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.