principios y la flojedad de la opinión pública han llevado en algunos países las cosas a ese extremo.
No basta, pues, ser rico y poderoso para tener crédito. Es preciso ante todo ser honrado, hombre de conciencia como se decía y aun se dice, hombre que atienda primero a los mandamientos del Decálogo y se cuide, como de una mácula, de todo acto que pueda empañar su nombre y depreciar su firma. Quién no ha oído la expresión: la palabra de ese hombre vale como una escritura pública? En cambio, cuántas veces se oye esta advertencia: Ese hombre tiene con qué responder, pero tenga mucho cuidado con él. Lo que indudablemente significa que ese individuo, a pesar de su solvencia, no inspira confianza, no tiene crédito.
La expresión honrar la firma es del lenguaje comercial. Confío en que Ud. honrará mi firma; he honrado su firma; espero que Ud. honrará su firma, se lee a cada paso en la correspondencia comercial y bancaria. De donde puede deducirse rectamente que una firma cuyo mandato no se acepta o no se cubre, pierde más o menos de su crédito, de la confianza que inspiraba, como la pierde aquella que no responde a la promesa que cubría. perder crédito, perder confianza es sufrir menoscabo en la honra, deshonrarse.
El estigma que marca a los que faltan a sus obligaciones es tanto más infamante cuanto mayor sea su poder, porque a su falta de honra agregan la impunidad con que obran al abrigo de su irresponsabilidad efectiva. Que quién les imprime ese estigma? La conciencia pública, que aun deprimida o atrofiada por el miedo o el egoísmo, es el gran tribunal que decide en última instancia de la reputación de los hombres.
Así, pues, crédito es confianza y por esto se define la facilidad de tomar prestado por la confianza que se inspira.
Y, tenedlo bien presente, sin un respeto escrupuloso y nimio a vuestra palabra y a vuestra firma, de tal manera que prefiráis la ruina a faltar a lo estipulado en vuestros tratos, sin una actividad calmada e inteligente que nunca emprenda sin cálculo y medida ni deje para mañana la 201 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.