Poco más o menos lo mismo que nuestros adversarios. Nos pagamos también de palabras. La magia de los nombres sonoros nos seduce. a unos conceptos altisonantes, oponemos otros altisonantes conceptos; a unas entidades metafísicas, contestamos con otras abstrusas entidades; a unos artificios, sustituimos otros artificios. La herencia es más poderosa que nuestra razón y que nuestra voluntad.
En el determinismo fisiológico y social hay explicación para el fenómeno; pero en la inconsciencia de la realidad y en la ignorancia del saber humano sería menester que buscáramos la causa eficiente de nuestra impotencia renovadora.
Pretendemos ser científicos y andamos ayunos de ciencia, Queremos ser prácticos y divagamos atrozmente. Soñamos con la vida sencilla y natural, y no hacemos sino acumular complicaciones y amontonar viejos o nuevos cachivaches. Es que hemos adquirido las palabras y no las realidades. Es que ha sonado agradablemente a nuestros oídos la palabra saber, pero no hemos podido todavía apoderarnos del ritmo armónico de su contenido. Somos nuevos por el deseo, caducos por el conocimiento. así, tan verbalistas como nuestros contrincantes, giramos constantemente en un círculo vicioso.
En ninguna de nuestras manifestaciones activas, como en materia de enseñanza, se muestra más claramente esta triste realidad.
En nuestras escuelas se atiborra a los niños de indigestas palabras, palabras que quieren ser algo, que algo encierran en el generoso deseo del que las profiere, pero que en realidad de verdad no llevan al cerebro ni un solo rayo de luz. Enseñamos y aprendemos, como antes, figuras retóricas, conceptos filosóficos, abstrusas metafísicas, artificios lógicos; nada de realidades, nada de verdades experimentales. Poner la experiencia, los hechos, ante las criaturas y dejar que ellas mismas se hagan su conocimiento, su lógica, su ciencia, es cosa que no entra en nuestros cálculos. Es más sencilla y más cómoda la rutina de darles opiniones hechas, de llenarles la cabeza de discursos vehementes, de sugerirles argumentos en correcta formación. Buena voluntad no falta. Lo que faltan son medios y conocimientos, educación pedagógica y ecuanimidad doctrinal.
Habríamos de aprender primeramente que en la realidad está toda la experiencia y que en la experiencia está toda la ciencia, para que nos diéramos cuenta de que la enseñanza se reduce a lecciones de cosas y no a lecciones de palabras. aprendiéndolo primero, estaríamos luego en camino de adquirir los mejores métodos, para que la realidad misma, no el maestro, tuera grabando en el cerebro y en la conciencia de las criaturas aquellos ejemplos de bondad, de amor, de justicia que debieran constituir al futuro hombre de una sociedad de justicia, de amor y de bondad, 171 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.