r a 1plicado, pero solamente enseñado aquello que tenga sanción científica, prueba universal. Uua buena parte de los problemas planteados por el entendimiento humano, no tienen por solución más que hipótesis mejor o peor fundadas, y es evidente que en su exposición ha de procurarse una neutralidad absoluta, porque la solución que a uno le parece indudable y racional, a otro le parece absurda, y de aquí que el racionalismo sea insuficiente para dirigir la enseñanza. Descartada toda materia de fe, la instrucción de la juventud quedaría reducida a la enseñanza de las cosas probadas y a la explicación de los problemas cuya solución no tiene más que probabilidades de certidumbre.
Tyndall, cuya ciencia nadie pondrá en duda, terminaba la explicación de la teoría del calor como modo de movimiento, preguntándose de qué manera podría concebirse un movimiento sin algo que se mueve, y contestaba, con una sencillez verdaderamente sabia, que la ciencia contemporánea no podía responder a tal pregunta. se querrá por nuestro bonísimo, pero inútil deseo, resolver de plano esta y otras cien cuestiones ofreciendo a los niños toda una ciencia acabada, fruto de la pretendida infalibilidad del racionalismo. Continuará)
PORTUGAL no ha esperado para comprometerse y para manifestar en voz alta su pensamiento. Desde el primer momento y sin ambigüedades tomó su partido. No se emboscó ni por un momento tras de la neutralidad. Ni siquiera se dignó concebirla. Fué entre los primeros que se pusieron de nuestra parte, encontrando más nobleza y mayor eficacia en dar el ejemplo que en seguirlo.
El portugués posee todas las sólidas cualidades del buen soldado, resistencia y vivacidad, valor y sobriedad. Enérgico y leal, se halla fundamentalmente consagrado a las ideas, como a las personas, se consagra lo mismo a sus jefes que a sus afectos, a su patria, a la libertad, a la causa de la que deliberadamente se ha declarado el campeón.
Tiene por último y en grado máximo, el sentimiento del orgullo.
Es una de las características y una de las elegancias morales de su raza. Pone su orgullo en todo, lo mismo en el amor que en el odio, en la elección y en la dirección de su conducta, en sus maneras de juzgar y de querer, en sus proyectos y en sus fines. Esta preocupación instintiva comunica a sus resoluciones y a sus actos, un color infinitamente bello, una elevación constante. Esa preocupación le hace el enemigo nato de la bajeza, y le ha inspirado, como si fuera una verdadera víctima, la repugnancia por el método alemán.
El portugués se ha mostrado siempre celoso de su dignidad: el honor le atrae. Ha guardado el culto, el respeto y la nostalgia de un pasado que le sostiene incesantemente. Era imposible que no se 157 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.