este mundo todo anhelo de mejoramiento y de posible felicidad, se han humanizado progresivamente, transfiriéndose de la esfera supersticiosa a la esfera social. Junto con los derechos del hombre han crecido los deberes del hombre; y no como deberes abstractos e hipotéticos, dirigidos a hacer méritos para después de la vida, sino como deberes activos y cotidianos, deberes de mejoramiento intelectual, moral y material, deberes que inducen a saber más para equivocarnos menos, a ser más virtuosos para merecer la cooperación de nuestros semejantes, bastarse por el propio esfuerzo para adquirir esa independencia personal que permite vivir fuera de todo parasitismo.
Con esos ideales de confianza en sí mismo de responsabilidad personal, tan elocuentemente predicados por Emerson, se ha constituido en el siglo xix la nación más grande de América.
No temamos que la formación de nuevas creencias concordantes con la verdad deje desamparados ciertos sentimientos satisfechos por las supersticiones viejas. La vida moral se acrecienta y se embellece cuando aumenta la cultura humana. El mismo deseo de no morir, la ansiedad del más allá, encuentra fuentes de renovación en sentimientos legítimos que todos, los que sois padres o madres, los que tenéis hijos, comprenderéis mejor de lo que yo podría explicarlos.
El deseo de mejorarnos incesantemente, de aumentar la suma de bondad en el mundo, de sacrificarnos por el triunfo de los ideales que creemos legítimos, de anteponer los intereses del porvenir a los intereses del pasado, ese deseo, ese anhelo, esa esperanza, necesitan un estímulo o una recompensa moral que satisfaga la eterna pregunta. para qué. Para qué. No lo dudéis: tenemos un más allá, anhelamos una inmortalidad. Para ellos vivimos y trabajamos, para un más allá que no es quimérico, para una inmortalidad que no es ilusoria. Ellos existen, vivos, rosados, sonrien147 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.