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do a la presión ejercida por los diplomáticos rusos y británicos, había aceptado casi todas las condiciones del ultimatum; y a pesar de que pudo muy bien haberse llegado a un acuerdo sobre los dos puntos en cuestión, cuando el Conde Berchtold mismo estaba dispuesto a conformarse con la respuesta de Serbia; 30 En 30 de julio, cuando el Conde Berchtold se hallaba dispuesto a ceder, Austria, sin ser atacada respondió a la simple movilización de Rusia enviando un ultimatum a San Petersburgo; y el 31 de julio declaramos nosotros la guerra a los rusos, no obstante que el Zar había dado su palabra de que mientras continuaran en curso las negociaciones ningún soldado avanzaría así que nosotros deliberadamente destruímos toda posibilidad de arreglo pacífico.
En vista de estos hechos indiscutibles, no es de extrañar que todo el mundo civilizado fuera de Alemania nos atribuya la responsabilidad exclusiva de haber desencadenado una guerra mundial. No es comprensible que nuestros enemigos declaren que no cejarán hasta ver destruido un sistema que constituye una amenaza permanente para nuestros vecinos. No habrían de temer, de no hacerlo así, que dentro de unos cuantos años fuera menester recurrir de nuevo a las armas, y de nuevo ver sus provincias invadidas y sus aldeas y ciudades destruídas. No tuvieron razón los que declararon que fué el espíritu de Treitschke y de Bernhardi el que dominó al pueblo alemán. el espírita que glorifica la guerra como una finalidad en sí y no la abomina como a un mal. No tienen razón los que han dicho que entre nosotros son el señor feudal y el Junker, apoyados por la casta militar, quienes reinan y quienes fijan nuestros ideales y nuestros valores personales. en vez de ser los ciudadanos los que dictan. No tuvieron razón los que dijeron que el amor a los duelos en que nuestra juventud se inspira en las Universidades, está latente en los que guían los destinos del pueblo. No habían los sucesos de Zaberna, y los debates parlamentarios del caso, demostrado a los países del extranjero cómo los derechos civiles y las libertades son valorizados entre nosotros, cuando se hallan frente a cuestiones de poderío militar?
Cramb, historiador hoy desaparecido, admirador de Alemania, cita el punto de vista alemán poniéndolo en palabras del Euforion de Goethe.
El militarismo, que en realidad es una escuela para la nación y un instrumento de política, convierte a la política en instrumento del poder militar, si el absolutismo patriarcal de un reino de soldados hace posible una actitud que no sería permitida por ninguna democracia que se hubiera desligado de las influencias Junkomilitares.
Eso es lo que nuestros enemigos piensan: es eso lo que están obligados a pensar, cuando ven que, a pesar de una industrialización capitalista, y a pesar de la organización socialista, los vivos, como 141 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.