nuestros la imposición de una doctrina a la juventud. Su propio lenguaje lo denuncia. Se afirma enfáticamente que la misión del profesor racionalista es hacer seres para vivir una sociedad de dicha y de libertad. No reparan estos señores que nadie tiene la misión de hacer a los demás de este o del otro modo, sino el deber de no estorbar que cada uno se haga a sí mismo como quiera. No observan que una cosa es instruir en las ciencias y otra enseñar una doctrina. No se detienen a considerar que lo que para los adultos es simplemente propaganda, para los niños resulta imposición. en último extremo, que debemos guardarnos bien de grabar deliberadamente en los tiernos cerebros infantiles una creencia cualquiera, impidiéndoles así o tratando de impedirles futuros desarrollos. Para mucha gente decía Clementina Jacquinet, en una conferencia dada en Barcelona acerca de la sociologia en la escuela. y desgraciadamente para muchos maestros, la ciencia social está contenida por entero en sus periódicos, en los problemas de emancipación que tan vivamente agitan nuestra época. Todo su saber consiste en inculcar a sus discípulos sus opiniones preferidas, a fin de que causen en los cerebros una im.
presión imborrable, que se implanten en ellos y se extiendan ni más ni menos que a semejanza de una hierba parásita. Todo lo que han podido encontrar mejor para formar libertarios, es obrar al modo de los curas de todas las religiones. No se dan cuenta de que forjando las inteligencias según su modelo predilecto, hacen obra anti libertaria, puesto que arrebatan al niño desde su más tierna infancia la facultad de pensar según su propia iniciativa. No; no tenemos el derecho de imprimir en los vírgenes cerebros infantiles nuestras particulares ideas. Si ellas son verdaderas, es el niño quien debe deducirlas de los conocimientos generales que hayamos puesto a su alcance. No opiniones, sino principios bien probados para todo el mundo, lo que propiamente se llama ciencia, debe constituir el programa de la verdadera enseñanza, llamada ayer integral, hoy laica, neutra o racionalista, que el nombre importa poco. La sustancia de las cosas: hé ahí lo que interesa.
Como nosotros hay miles de hombres que se creen en posesión de la verdad. Son probablemente, seguramente, honrados, y honradamente piensan y sienten. Tienen el derecho a la neutralidad. Ni ellos han de imponer a la infancia sus ideas ni hemos de imponerle nosotros las nuestras. Enseñemos las verdades adquiridas, y que cada uno se haga a si mismo como pueda y quiera.
Esto será más libertario que la funesta labor de dar a los niños ideas hechas que pueden ser, que serán muchas veces enormes errores. Continuará. 125 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.