Hablar, escribir, publicar hu ver rep ре de va COI vir pue tire ton viv gri cor cie esa la La par al Cu llar сог Puede el hombre verse condenado a la inacción, por varias y múltiples circunstancias, cuando aun hay calor y vida en su pensamiento y el caudal de sus ideas corre limpio y sereno, purificado por la meditación, la experiencia y el enfriamiento de las pasiones.
Padece entonces las torturas del anhelo y deja correr en la palabra o en la pluma la expresión de los más vehementes o de aquellos que cree más útiles para la generación que se levanta. Traduce su pensamiento en palabras, como antes lo convertía en actos, obedeciendo a la ley de la expansión, ley del espíritu, que no puede eludirse sin daño del espíritu mismo. habla, escribe, publica, siembra sus conceptos, como el labrador semillas, pero no como éste para recoger centuplicado el fruto de su trabajo. Más bien siembra como los pájaros y el viento, al acaso, seguro de que las simientes de lo verdadero y de lo bueno siempre nacen, se desarrollan, florecen y fructifican para bien de todos. Puede suceder que ninguna de ellas germine en un tiempo dado; que, caídas en terreno endurecido o cenagoso, parezcan perdidas para siempre; no por esto dejarán de germinar. Un día, la libertad que, al decir de Lacordaire, se ausenta a veces, pero nunca muere, las arropa con el resplandor fulgurante de su luz y entonces, como por ensalmo, se las ve brotar, cubrir el suelo y, con los efluvios de sus flores, rejuvenecer las almas y devolverles las virtudes desaparecidas al contacto de la arbitrariedad. Las imposiciones de la fuerza son entonces recogidas como detritus de la tiranía y amontonadas en los anaqueles de los archivos para que la posteridad pueda marcar con su fierro la frente de los que abusaron del poder y la de los protervos que los sustentaron.
Escribe entonces el hombre para exponer principios fundamentales, y, como fundamentales, eternos. Principios que, conservados en su pureza por el pueblo judío, fueron adivinados por el genio griego en medio del caos del politeísmo. Sófocles, en su Antigona, proclamó la libertad moral, base de todas las demás. Tú no puedes sino hacerme morir. dice la heroina al tirano Creón. Hace cerca de 2500 años. decia Girardin a principios del siglo pasado. que esas palabras resonaron en Atenas y desde entonces las leyes atestiguadas por Antígona, sin código, sin ministros, sin satélites, viven y se perpetúan en medio de la fragilidad de los decretos ple gra pri bre pai tin est tiv de: bid «N qu. bie cal Jer bri ha qu me 22 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.