paciencia nacional. Con sus aparentes cambios, Francia sigue hoy la política de Luis XIV, que fué la misma de la Revolución, la misma del Imperio, que será algún día la misma de los socialistas triunfantes. Porque cuando un país ha encontrado su ruta en la historia y ha formado su alma, es imposible hacerlo cambiar sin matarlo. Por qué ha desaparecido Rusia en su primera tormenta? Porque te.
nía, tal vez, un Robespierre y un Marat, pero no un ideal maduro.
El Dr. Le Bon está en lo cierto al asegurar que si el Rey Sol resucitara, consideraría que ha habido desorden y violencias inútiles desde el día de su muerte, pero que su programa es el que ha continuado siempre rigiendo. En América, lo malo es que no hay programa, que no hay tradiciones. Ah! y sobre todo lo que no hay es respeto. Un hombre de prestigio en América, tiene contra sí a todo el mundo. Nos falta patriotismo. El que pronuncia estas últimas palabras es el mismo que, hace un instante, me hablaba con lágrimas en los ojos, de su patria lejana. lo curioso es que los demás, que en el resto de la charla no logran ponerse de acuerdo, al oir tal sentencia murmuran. Es cierto.
no hay patriotismo. Bien sé yo que eso significa, sencillamente, que a los países de ultramar les faltan gobiernos capaces de sobreponerse a los intereses de los partidos. Pero aquí, ante estos hombres que son encarnaciones de una raza joven y ya madura, el pesimismo me choca. Hay que creer en el porvenir de América les digo.
Entonces el médico argentino, cambiando el tono y cambiando también las ideas, exclama. Si. sin duda. El único peligro serio que nos amenazaba era Alemania con su colonización hipócrita encaminada a la conquista.
Yo conozco el Brasil, el Estado de Santa Catarina, los confines de la Argentina y del Paraguay. Yo he visto las escuelas alemanas, las colonias alemanas. Yo sé lo que hacían, lo que preparaban, lo que soñaban. Mis paisanos comienzan ya a darse cuenta de que el peligro existía, aunque creen siempre que era lejano. No lo era. Diez años después de la guerra, si Alemania hubiera triunfado, habríamos sido alemanes en América. Es increíble la fuerza de ese pueblo. sus apetitos. Hay algo de morbosidad, algo de locura de grandezas en el pangermanismo. Por fortuna, Francia estaba aquí para salvarnos. Nosotros le debemos la independencia futura a la victoria del Marne. Aunque no fuera sino por agradecimiento, yo le habría ofrecido mi sangre a este pueblo sublime. Viva Francia sagrada!
Hay en la actitud de estos doce guerreros una súbita gravedad que hace parecer más reflexivas sus frentes, más serenos sus ojos. En la atmósfera llena de humo, bajo el vuelo del último grito de amor y de fe, flota un murmullo infinitamente dulce y profundo, cual si los cruzados de ultramar dirigieran al cielo invisible sus salmos en honor de la tierra regada por la sangre de cien pueblos, de cien razas. En una ving larg dan tod rrib los ima tad tran más cen igua ofre exal apó das, un algo todo misi chil sien hay tad ofre los mis una go gado traid no santi ra lland que roja 20 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.