tenecen frente al del país que no es el suyo. Para los hombres que se hielan y sudan y padecen de hambre en el mismo barro, lluvia y calores, que contemplan las mismas aldeas demolidas y los mismos campos abandonados, y que apetecen con la misma pasión la vuelta de la paz, tiene que haber alguna sanción más alta para sus acciones que el mero interés de su país. Tanto la vida como la muerte serían insoportables si no la hubiera. El impulso nacional que crea los ejércitos nacionales nace del sentimiento de que un país está identificado con ciertos principios cuyos derechos sobre los hombres son absolutos. No luchan porque el Estado lo ha querido, sino que el Estado lucha porque ellos lo quisieron. No luchan para proteger a Franciao a Inglaterra, sino para evitar que Inglaterra y Francia dejen de ser Ingleterra y Francia, como dejarían de serlo si los ingleses y franceses no luchasen cuando se los dicta suº conciencia. No luchan para que viva su país, sino porque sería preferible que cesase de existir a que perdiese el alma por la mera existencia. No volverá a haber en muchos siglos otra guerra como ésta.
Todos los sueños de Monarquía Universal del pasado Persia, Alejandro, Roma, el Sacro Imperio, Carlos V, Napoleón se habrán cristalizado en este otro gran sueño de poder que es Alemania.
Si este sueño se quiebra también, el escarmiento de los pueblos será definitivo, y ante la imposibilidad de que uno solo domine a los demás, tendrán que aprender todos, los métodos de la convivencia: vivir, dejar vivir y encomendar a la ley la solución de las disputas.
Hay comparaciones irritantes. Qué semejanza existe entre el Kaiser Guillermo y Alejandro o César o Napoleón. Cuál es el Aristóteles que está detrás del Kaiser?
De una carta de don Ernesto Martin, Consul General de Costa Rica en Paris, a don Rogelio Sotela. 15 de junio de 1918. Es claro, que los hombres siguen sujetos al inefable señorío del amor humano, y que el espectáculo mismo de la muerte, más que nunca despótico y frecuente, aguijonea las ansias de afirmar la vida; pero este impulso natural de la criatura, este grito de la especie ansiosa de existencia, no encuentran trovadores que los prestigien con los artificios de su estro. Las mujeres siguen siendo soberanamente bellas, la luna brilla como antes con una luz entretegida de tristezas, las flores coronan como antaño la tierra con sus guirnaldas amorosas; pero los artistas no tienen cantos, colores o arpegios sino para magnificar los viriles dolores, las insuperables gallardías, los sublimes sacrificios de la Francia. La Información. 107 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.