¡PATRIA. Habéis notado que casi no hay una obra puramente patriótica que sea de veras obra de arte? Para que yo me conmueva se necesita que el amor a la Patria se combine con otros sentimientos y que la Patria misma se convierta en algo vivo y concreto. Cuando oigo declamar sobre el amor a la Patria, me quedo impávido, hundo celoso mi amor en mí mismo, para ocultarlo a las trivialidades de la retórica, que harían de él un no sé qué de falso, de vacío y de convencional. Pero cuando en un salón familiar siento y reconozco a Francia en la amenidad de las conversaciones, en la indulgencia de las costumbres, en no sé qué generosidad ligera, en la gracia de las caras femeninas; cuando atravieso a la hora en que se pone el sol el armonioso y noble paisaje de los Campos Elíseos; cuando leo algún libro sutil de uno de mis compatriotas en que saboreo los últimos refinamientos de nuestra sensibilidad o de nuestro pensamiento; cuando regreso a mi provincia, al hogar de la familia, y cuando, después de las elegancias y de la ironía de Paris, siento a mi alrededor las virtudes heredadas, la paciencia y la bondad de esta raza a que pertenezco; cuando abarco, desde alguna curva de la ribera, el Loira que se extiende azul como un lago, con sus praderas, sus álamos, sus islotes rubios, sus matorrales de juncos azulosos, su cielo ligero, la dulzura que se expande en el aire y, no lejos, en ese país que amaron nuestros antiguos reyes, algún castillo cincelado como una joya, que me recuerda la vieja Francia, lo que ha hecho y lo que en el mundo ha sido: entonces siento que me embarga una ternura infinita por esta tierra materna en la que tengo por todas ΙΟΙ Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.