Violence

CO s e cluídos en mazmorras, o exiliados a tierras lejanas. Todo menos consentir que, durante un siglo, las doctrinas de violencia se abran camino entre nuestros propios hermanos, que nuestra riqueza se halle en manos de los conculcadores del Derecho y que, llegada la conflagración, los llamados neutrales sean enemigos y sea necesaria una expurgación para sanear nuestras propias filas.
Los pueblos más liberales del planeta, las naciones más tolerantes y más humanas tienen que aprender que no es indiferente que el universo sea demócrata o reaccionario; que no es igual que las gentes sean pacifistas o militaristas, partidarias de la igualdad económica o de la explotación, de la indagación libre o de las afirmaciones impuestas por milagro divino. Toda doctrina que no sea franca y abiertamente tolerante, todo principio político o social que no parta del respeto al pensar ajeno, debe ser perseguido implacable, tenaz, radicalmente. Quien invoca la fuerza que se atenga a la fuerza; quien predica la autoridad que se someta a la autoridad; quien preconiza el odio que se exponga al odio, antes de la guerra y después, en la lucha en los campos y en la relación cotidiana. La intolerancia también es santa cuando se opone a la barbarie.
a Terminada que sea esta horrible y funesta contienda que amenaza con destruir el fruto de la labor de tantas generaciones de pensadores y de obreros, si no es preciso a la evolución humana, tan llena de decepciones y de martirios, que el universo entero pase por una larga etapa de brutalidad y de servidumbre, lo primero que tendrán que hacer todos los pueblos civilizados será renunciar a su tolerancia con las ideas de opresión, de violencia y de retroceso. No son ideas, sino bajos instintos; no son doctrinas, sino impulsos. No sólo habrá que procurar, por todos los medios, que nuestros compatriotas sean liberales, sino que lo sean nuestros vecinos, entendiendo por libertad la ausencia de todo imperativo dog.
mático y de todo violento criterio. Hay que imponer al 69.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.