Mas no El Gran Fetiche En el rotativo, al igual que en todas las grandes empresas capitalistas, lo primero que puede advertirse es la eliminación sistematica de la nota individual. Así como en una fábrica el propósito dominante es producir el máximum con el menor gasto, sin parar mientes en cuanto no sea necesario desde el punto de vista del negocio en la calidad, el acabado o la apariencia artística del artículo, en las grandes fábricas de la opinión consciente el objetivo es también producir el máximum en mercancía que, como la de la fábrica, rinda el mayor beneficio posible. Fundamentalmente, pues, no hay diferencia alguna entre el ideal. que inspira a una sociedad fabricante de inodoros y el que inspira a una empresa periodística, ya que el perseguido por ambas es uno mismo: llevar a cabo un buen negocio.
En el caso del rotativo, para conseguir ese fin, es convenientísimo y aun necesario prescindir de escrúpulos y utilizar cuantos medios se hallen a mano siempre, claro está, bajo la égida de la ley. Ley que, como todos sabemos, es elástica y aun alcahueta en ocasiones.
En lugar de un director o un cuerpo de redactores responsables como se estila aún en España y en la mayoría de los diarios de nuestra América, el flamante superdiario vela su personalidad bajo el nombre de una razón social. De esta manera, de lo que aparece publicado en El Cuerno, pongamos por caso, sale fiadora una empresa que se intitula sociedad editorial o Z, sociedad anónima cuyas acciones están total o parcialmente distribuídas entre los señores A, B, y D, quienes a su vez, sin que en esto haya nada de reprobable, son accionistas de la fábrica tal o el ferrocarril cual. De suerte, pues, que, por indirecto modo, cuando ese superdiario en cumplimiento de su elevada misión discute asuntos de interés público y dice nosotros, aventurado fuera determinar si el pronombre designa a la empresa dueña de la publicación; al redactor a sueldo que es, viendo el superdiario en conjunto, tan parte de su engranaje como la linotipoque en rapto de humildad panteísta se diluye por medio de esa pluralidad ficticia en sus lectores; o a Pedro, Juan y Diego para quienes los inspirados editoriales son lo que el Korán para los creyentes.
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